MIENTRAS QUE LA MEMORIA
PERSONAL es una cuestión vital y significativa para cada uno de nosotros,
la memoria colectiva es menos patente, sobre todo, cuando es dolorosa. A setenta
y cinco años del fin de la Guerra Civil española, su recuerdo aún produce
inquietud, y su mención, debate: es un asunto vivo que inevitablemente afecta a
las generaciones de ambos bandos que heredaron el trauma de la guerra, dentro y
fuera de España, tácita o implícitamente. Así, ante la publicación del libro
Memorias vivas. Brigadas Internacionales de Adrián Bodek surge un argumento
obvio y común: aquel que dice que después de un tiempo de ruptura social
violenta y forzada como la que se dio en España entre 1936 y 1939, cualquier
iniciativa de restauración de la memoria social no sólo es necesaria sino
imperiosa. El esfuerzo de Bodek de realizar estas fotografías y entrevistas
entre 2008 y 2010, cuando la mayor parte de los brigadistas superaba la novena
decena de años, constituyó un intento desesperado de ganar la partida al tiempo:
la muerte, aquello que persiguió pero no golpeó a estos personajes durante la
guerra, aparece setenta y cinco años después como un mero proceso natural.
fragmento de Rostros y voces de las Brigadas Internacionales
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