Con
el artículo de Joaquín Torán “José María Latorre, paladín de la causa
fantástica”, la revista TURIA rinde un sencillo y sincero homenaje a quien
fuera uno de sus colaboradores habituales, bien como narrador o como crítico.
Se le describe como un autor que “no soportaba la violencia, ni física ni
verbal. Era amable, cercano, retraído,
tímido. Detestaba el bullicio y poseía una marcada sensibilidad artística, que
se reflejará de manera nítida en sus libros. Era introspectivo: gustaba de
pasear, de callejear, en actitud reflexiva y contemplativa, como muchos de sus
héroes de papel”.
La
producción literaria de José María Latorre (1945-2014) fue abundante. Escribió
más de treinta libros, entre novelas y recopilaciones de relatos. Fue la suya
una manera de narrar centrada en el suspense, en la construcción y recreación
de una atmósfera poderosa que todo lo envuelve y estrangula: “no puedo concebir un mundo sin
fantasías ni sueños, aunque sean pesadillas”, escribiría.
Su entusiasmo por lo fantástico lo definiría como autor.
No en vano siempre consideró que “la literatura fantástica posee el atractivo
de ofrecer alternativas imaginativas a la mediocridad y la grisura de la
sociedad, poder trabajar situaciones extraordinarias con personajes extremos,
internarte por mundos maravillosos, ir más allá de los límites del conocimiento
y de la ciencia, tratar temores que están presentes en el fondo de todos los
seres humanos, sacar
a la luz
por medio del
arte los miedos
ancestrales, tratar lo monstruoso como parte de la condición humana, moverte por
ambientes fascinantes; partede su atractivo reside también en que carece de límites”.
Fue también Latorre un exitoso autor de novelas para
jóvenes, con las que obtuvo ventas notables y premios de prestigio como el Gran
Angular. En ellas, como en el conjunto de su obra, proliferan las historias
radicadas en esos lugares apacibles que generan desconfianza como cementerios,
caserones abandonados, hospitales en ruinas, abadías desvencijadas, etc. Un
cóctel de exotismo, aventuras y misterio que obtuvo una significativa
audiencia.
Su otra pasión fue el cine, al que dedicó varios ensayos
y una dilatada labor como crítico. Sus compañeros llegaron a describirle como
“el Montaigne de la crítica cinematográfica”. Y es que, quien a los 20 años ya
tenía un amplio repertorio como crítico en diversas publicaciones, se consagró
de 1982 a 2011 como coordinador de la revista “Dirigido por…”, toda una
referencia para los amantes del cine.
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