lunes, 31 de agosto de 2009

FESTIVIDAD DE SAN RAMON, ANVERSO Y REVERSO


Hoy, 31 de Agosto, es una fecha especial para mí. Aunque nunca fui partidario de celebraciones, el 31 de agosto siempre ha sido fecha clave en mi familia. Pese a todo, jamás llegué a saber la causa por la que de pequeño y de mayor mis padres celebraban esta onomástica ligada a mi nombre. Y, además, coincidiendo con un santo así, tan de guasa como San Ramón Nonato. ¿Por qué no el 21 de junio, San Ramón obispo de Barbastro? Al fin y al cabo, éste, además de ser de la tierra, tenía más rumbo: Obispo, nada menos. Podría seguir matizando. Por ejemplo, nunca comprendí cómo alguien como San Ramón Nonato, si ni siquiera haber nacido, pudo alcanzar el loor de la santidad…


A veces pienso que voy unido a mi ancestro familiar, fusilado en la guerra civil, cuyo nombre heredé. Y que su estela me ha perseguido. En parte, lo confieso, al eco de su trágica historia, varias páginas de mis relatos y novelas deben su aliento (en especial, “Hermanos de sangre”). Hoy, esa muerte que aletea desde la memoria, circunvalando siempre, ha vuelto a manifestar su siniestra silueta. Y no sólo porque he estado, combatiendo tristuras de tiempo inútil, en el cementerio de Torrero –un familiar con apellido Acín, enraizado en el Valle y transterrado a Zaragoza, nos ha dejado-, sino porque otra nueva noticia triste ha soltado su mordisco, hiriéndome con ahínco: Me he enterado del fallecimiento de Antonio Rabinad, el autor de “Memento mori”, el alma de “Libertarias” que Vicente Aranda, sin tanta gracia, claro, dio vida y paisaje en el cine.En el cementerio de Torrero se han fusionado ambas vivencias. Las de José –cuando yo era un niño, en un Búbal hoy desconocido- y las de Antonio Rabinad, paseando por Barbastro –siempre se quejó de cómo fue descabalgado como jurado del premio “Ciudad de Barbastro”- o conversando- entre libros de viejo, por supuesto- y tomando café en Barcelona. Vivencias que alientan esta noticia personal. Noticia que no quiere ser social ni literaria, sino tan sólo recuerdo. Sea, pues, así. (Esta foto reproduce bien el espacio de mis vivencias infantiles en Búbal –Huesca-, allá por los años 60 del siglo XX).

IWASAKI, ATACA DE NUEVO


Fernando Iwasaki (Lima, 1961) ataca de nuevo.
Lo hace con humor, entreverando ficción y realidad. No se pierdan el título del libro y cuanto en él tiene acomodo. España aparta de mí estos premio posee su miga, su diversión y su efecto retardado.
El editor aragonés, afincado en Madrid, Juan Casamayor hace bien en ensalzar el libro del limeño-japonés-flamenco. El libro que, por cierto, propicia la conmemoración del décimo aniversario de la editorial Páginas de Espuma -la única editorial que vive del cuento, es decir, de publicar cuentos- abre, con tronío, el nuevo curso editorial, en esta temporada de otoño. Un curso que, en Páginas de Espuma, viene bien adobado por otros acompañantes (cito, por ejemplo, algunos anuncios de Juan Casamayor. Nada menos: Paola Tinaco, la mexicana Ana García Bergua, el granadino Ángel Olgoso y sus minificciones de La máquina de languidecer, Care Santos...y, por supuesto, la nueva entrega de la argentina Clara Obligado con su antología Sea breve. 2).
España aparta de mi estos premios hace que la sonrisa sea carcajada y hielo. Para los incondicionales -los hay en Aragón, lleva ya varios años participando en "Invitación a la lectura" y fomentando la literatura por estas tierras- adelantar la noticia de que estará en Zaragoza el día 11 de septiembre para presentar su nueva obra.

SOMOS LO QUE RECORDAMOS




Las enseñanzas de Antígona.
Por Gustavo Martín Garzo, escritor (EL PAIS. 24/08/2009)

Los montes Torozos son las únicas elevaciones en la inmensa llanura de Tierra de Campos. Durante la Guerra Civil, especialmente durante el terrible verano de 1936, se convirtieron en un cementerio improvisado. Era allí, aprovechando sus cortes y vaguadas, donde grupos de falangistas conducían diariamente a sus rivales políticos y, tras matarles con frialdad, los enterraban entre carrascas, quejigos y encinas. En estos montes se concentra el mayor número de fosas comunes de la provincia de Valladolid.

No fueron meros ajustes de cuentas, sino asesinatos perfectamente organizados cuyo objetivo era el exterminio "planificado, sistemático y generalizado de todo el tejido asociativo y las corporaciones municipales de la Segunda República". Asesinatos consentidos y apoyados por las nuevas autoridades, tan crueles como innecesarios, pues no hubo en la zona ni un conato de resistencia. Las patrullas de falangistas recorrían los pueblos de los alrededores y se llevaban a hombres, muchachos y, en algún caso, mujeres, con la obscena impunidad del que acude a los puestos de la feria a elegir el ganado para el matadero.

Es difícil saber la cifra total de los asesinados, pero la Asociación para la Memoria Histórica habla de unos 2.000, lo que en una zona escasamente poblada es una cifra estremecedora. Un informante que ha vivido en estos montes toda su vida recuerda a su padre comentando que llegaban camiones con más de 20 personas cada noche. Sólo en Medina de Rioseco, la capital de la comarca, un pueblo con una importante tradición sindical y republicana, mataron alrededor de 200 personas.

Todos los años, en un lugar de los montes Torozos, situado junto a Peñaflor de Hornija, a unos 20 kilómetros de Valladolid, se reúnen familiares y amigos para recordar lo que pasó. Es una ceremonia sencilla y emocionante, en que se leen poemas y testimonios personales ante un monumento improvisado con dos vigas de tren.

Este año acudió Sabina de la Cruz, viuda del poeta Blas de Otero. Su familia procede de Cuenca de Campos, un pueblo cercano, y su padre es uno de los desaparecidos. Vivía en Bilbao pero quiso la mala suerte que regresara a su pueblo ese verano para visitar a su familia y aprovecharan para matarle. En los años sesenta, ella y Blas de Otero se acercaron a estos montes tratando de encontrar algún indicio de su fosa, pero nadie quiso hablar con ellos. "Allí no había nada" se dice en el poema estremecedor que ella escribiría a su regreso. "Ni una tumba que Miguel diga dulcísima, / ni esa brizna de hierba que refresca / los huesos de los muertos". Los muertos del bando nacional figuran en placas expuestas a laentrada de las iglesias, pero estos otros no tienen derecho ni siquiera a que se pronuncien sus nombres. Sorprende el silencio de las autoridades y, en general, de la sociedad vallisoletana, que consiente estas manifestaciones anuales como si se tratara de reuniones nostálgicas de ancianos que rememoran tristes batallas de juventud. Y sorprende sobre todo el silencio de la Iglesia, para quien enterrar dignamente a los muertos es una de las tareas esenciales de su credo. Y digo que sorprende porque la mayoría de los asesinados eran creyentes y sin duda habrían deseado para sí mismos un entierro con los rezos, las bendiciones y el amor de sus sacerdotes.

Han pasado 70 años y es más necesario que nunca hablar de todo esto. Los familiares más directos de los desaparecidos son ya muy ancianos, y dentro de poco no quedará nadie que los recuerde. Interesarse por ellos es un acto con un profundo significado cívico, pues a un crimen político se ha respondido con un crimen ontológico. "Los desaparecidos -ha escrito George Steiner- son nuestra memoria. Un mal que existe en nuestros cuerpos personales, una huella con la que vivimos y que ninguna justicia puede borrar. Deuda impagable, sin compensación posible. Así trabaja la memoria, como una marca con la que debemos vivir, como una terrible elección. El desaparecido dejaría de ser si la memoria de los desaparecidos dejara de existir". Y añade: "Si lo que sucedió no se reconoce, entonces no tiene más remedio que seguir ocurriendo siempre, en un eterno retorno".

Somos lo que recordamos. Si al hombre le privaran de memoria perdería su humanidad. Gracias a la memoria no sólo vivimos nuestra vida sino la de los demás. La cultura es memoria. Las bibliotecas, los museos, los monumentos el pasado, son construcciones de la memoria. En ellos se guardan las huellas de los hechos y las vidas de los que nos precedieron, lo que nos permite dialogar con ellos y burlar a la muerte. Todos los seres queridos que desaparecen, siguen viviendo en los relatos de quienes les sobreviven. La memoria es "lo más necesario de la vida". Sin embargo, en muchas cunetas y vaguadas de España aún yacen enterrados sin identificar decenas de hombres y mujeres que fueron asesinados vilmente durante la Guerra Civil. Reconocerlo no es un acto caprichoso ni irresponsable. No se trata de ajustar cuentas con el pasado, sólo de ocuparnos de estos miembros de nuestra comunidad como desearíamos que se ocuparan de nosotros.

Antígona fue condenada a muerte por querer enterrar a su hermano, abandonado al arbitrio de los perros y los cuervos por orden del rey de Tebas.

Cuidar a nuestros muertos, nos enseña Antígona, es integrar su muerte en la vida. Es un acto de amor, tender ese lazo posible y deseado entre seres que se pertenecen y que se ven unos a otros como seres humanos. Los que fueron enterrados sin amor ni lágrimas, fueron deshumanizados por este acto. Recordarles es devolverles la humanidad que se les negó.

Es esto lo que significa la historia del zamorano Venancio Prieto. Su padre fue asesinado en agosto del 36 con otros del pueblo. Dejó mujer y cinco hijos muy pequeños. No tenían para comer y Venancio, que sólo tenía seis años, iba a pedir pan y manojos de leña por las casas. Cuando le preguntaban de quién era él, contestaba candorosamente: "De Medero, el que mataron".
Tiene razón Almodóvar, hay muchos tipos de familia. Por ejemplo, la de ese niño y su padre asesinado por los fascistas; o las de todos los que aún se empeñan en buscar a los seres que perdieron una noche aciaga de hace 70 años. Una familia es un grupo de personas que cuida de un pequeño ser, ha dicho Pedro Almodóvar. Seres pequeños son los niños, pero también los muertos que amamos. No hay nadie más insignificante ni más necesitado que ellos, pues basta que dejemos de recordarlos para que desaparezcan para siempre.

Sorprende que en este país, donde hay tantos defensores de la familia, se olviden de familias tan ejemplares y fieles. Frente a la crueldad de los que una noche entraron en sus casas para privarles de lo que amaban, ellas siguen pronunciando a solas los nombres de esos pequeños seres que son sus muertos. Quieren tomarles de la mano y conducirles, como a niños maltratados, a un país justo donde puedan encontrar el respeto y la ternura que se les negó. Ayudarles en esa tarea es una obligación no sólo política sino moral. Una tarea de todos que no debe demorarse más.

sábado, 29 de agosto de 2009

MARIO MERLINO, TRADUCTOR


Ha muerto Mario Merlino (Argentina: Coronel Pringles, 1948).
De su mano y con sus palabras yo he saboreado bastantes obras de cabecera. Pienso, entre otros, en Clerice Lispector, Nélida Piñón, Joao Ubaldo Ribeiro, Mia Couto, Jorge Amado y, sobre todo, en Antonio Lobo Antunes.
Nos conocimos y hablamos en el Congreso conmemorativo de “20 años de Invitación a la lectura”, en 2005, cuando, a instancias de Merche Corral –Directora de La Casa del Traductor de Tarazona- lo invité a dar una conferencia.
Lo admiraba como traductor –en 2004 recibió el premio Nacional de Traducción- y como escritor. Y, ante todo, porque amaba y vivía la literatura.
Podéis homenajearlo leyendo cualquiera de estos títulos suyos: El medievo cristiano, Cómo jugar y divertirse con palabras, Cómo jugar y divertirse con periódicos, Manual del perfecto parlamentario, Diccionario privado de Salvador Dalí... o, en especial, leyendo sus libros de poesía: Arte Cisoria, Missa pedestris, Libaciones y otras voces.

jueves, 27 de agosto de 2009



21-08-2009
"No me vacunaré ni aunque lo diga la ministra. Y no dejaré de besar, mientras me dejen", por Luis Ángel Aguilar Montero *

Yo sé que no es políticamente correcto lo que voy a decir, pero tanta amenaza, tanto asustar a la gente, tanto publicar los fallecidos por la gripe de uno en uno (que casi siempre es por alguna dolencia previa), … me obligan en conciencia a sincerarme públicamente y a decirle a la ministra de sanidad, que nos quiere vacunar a todos los docentes, y al presidente de algún sindicato del gremio que dice que vamos a caer todos, que no, que yo no me voy a vacunar de la gripe A. Ya está bien de generar cortinas de humo para que no se hable de otra cosa. Ya está bien de hacer todos el juego. Y ya está bien de enriquecer a las industrias farmacéuticas que son las únicas que ganan (Bueno, además de Donald Rumsfield y sus secuaces).
Reconozco que, pese a mi condición de docente, no me vacuno ningún año, y que aunque esté teóricamente entre los casos de riesgo, no tengo mas infecciones víricas que cualquier otro mortal. Obviamente respeto a quien lo hace todos los años, y lógicamente ahora, a quien también lo haga.
No se entienda que yo estoy llamando irresponsablemente a la desobediencia sanitaria. Lo que sí pretendo con este artículo es protestar por toda esta campaña del miedo que empezó anunciando una pandemia ya en México, y un primer caso español en Almansa, y que está camino de la paranoia con titulares de pánico que nos la correlacionan con el aumento de la crisis y con campañas como la del “No beses, ni des la mano; dí hola” que nos llevan a actuar como si todos estuviéramos en cuarentena.
Y todo ello con una docena de muertes, cuando la gripe común o estacional, se lleva desgraciadamente a 500.000 personas en el mundo (unas 3000 en España), que aquejadas de alguna enfermedad, se le complica por una simple gripe. También para denunciar ese negocio de millones de dólares que hay tras esta histeria colectiva, y por supuesto, evidenciar que se use como una cortina de humo, para desviar la atención sobre los verdaderos responsables de esta crisis sistémica, tanto mundial como Española. Y finalmente para rechazar la hipocresía mundial que permite que dos millones de niños mueran cada año en el mundo por la malaria; otros dos millones de infantes fallezcan por la diarrea, y cerca de diez millones de personas sucumban cada año por enfermedades que hoy son curables y están erradicadas en el primer mundo, unas enfermedades mas mortales que esta enfermedad de moda.
No entro en cuestiones médicas sobre si la vacuna sirve más o menos o si solo acorta dos días el curso normal de la enfermedad. No entro tampoco en correlacionarla con su homónima gripe aviar, que también se anuncio como pandemia y para la que se vendieron los “tamiflús” como rosquillas. No entro en que un mes antes de surgir todo esto, las acciones de empresas farmacéuticas como Roche o Glaxo (las grandes beneficiadas) estaban bajando considerablemente y tres meses después están subiendo como la espuma. Y no entro a juzgar el célebre vídeo llamado “operación pandemia” –que adjunto- u otros tantos similares, que advierten con amplia profusión de datos muchas de estas cuestiones. Prefiero que juzgue el lector/a o vidente por sí mismos. Hagamos lo que hagamos, seamos higiénicos, lavémonos las manos, bebamos muchos líquidos, tomemos una buena alimentación y vayamos al médico si los síntomas reviste mayor gravedad. Si cogemos la gripe, a curarla y una semana a la cama, que nos vendrá bien, pero, sobre todo, tratemos de ser felices y de hacerlos a los demás. AH¡ y de besar, todo lo que podamos y nos dejen. Que tengan un buen día.
* Luis Ángel Aguilar Montero es docente, y coordinador provincial de IU.

"LA GRAN VISTA" (M. CASTILLO) EN A. DE ARTE

¿Recordáis la "Vista en perspectiva de la ciudad de Roma desde el monte Gianicolo" de Giuseppe Vasi?

Siguiendo la estela de este aguafuerte sobre papel (102,5 x 261,5 cm.), Mariano Castillo, artista grabador -artista es, aunque a él, en su sencillez, apueste por considerarse artesano grabador-, se ha propuesto trazar su "perspectiva" de la Zaragoza actual. En esta grata y ardua tarea anda liado todo el verano, dándole al punzón y al tórculo, subiendo a los mogotes pelados del entorno de la ciudad, dibujando y manchando papel para que el día 3 de Septiembre podamos ver un adelanto de su aguafuerte (100 x 250 cm.).

Será -cómo no- en A de Arte -la galería zaragozana de la calle Fita 19- que lleva endulzándonos la vista durante todo el verano. En este espacio privilegiado, Mariano Castillo presentará su proyecto, esbozos, dibujos, fotos y, seguro, algún caramelo más.

Día 3 de septiembre, 20,30 horas. Calle Fita, 19. en A de Arte.

miércoles, 19 de agosto de 2009

FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESIA MONCAYO

FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESIA MONCAYO
Tarazona, Litago, Monasterio de Veruela (ZARAGOZA)
21, 27 y 28 AGOSTO 2009.

El rayo incesante de Miguel Hernández, Homenaje.

Organiza: Trinidad Ruiz Marcellán Olifante. Ediciones de Poesía

http://www.olifante.com/festival2009/

lunes, 17 de agosto de 2009

NOS DEJÓ PABLO ANTOÑANA



Ha muerto Pablo Antoñana. Os dejo aquí el texto de su buen amigo, el narrador Miguel SÁNCHEZ-OSTIZ.


lunes, 10 de agosto de 2009

RAMON GIL NOVALES, HOMBRE DE LETRAS

Artículo homenaje a Ramón Gil Novales.
Diario del Alto Aragón. Especial de San Lorenzo. Fiestas de Huesca.




RAMON GIL NOVALES, HOMBRE DE LETRAS
Ramón Acín
Mencionar la personalidad de Ramón Gil Novales (Huesca, 1929) es traer a cuento la persona y la obra de un dramaturgo sigiloso y de un contundente novelista de la literatura española aparecida a mediados de la segunda mitad del siglo XX. Pero, a la vez, es, también, la mejor manera de reconocer el trabajo de un traductor ejemplar entre otras varias actividades culturales. Gil Novales es un hombre de letras auténtico, cuya singladura, personal y creativa, siempre ha surcado el océano del sosiego y, también siempre, ha estado acompañado de literatura y de libros, endulzando desde su personal atalaya creativa o mediando afanoso ante el lector. Es lo que corresponde a un verdadero amante de la literatura, a un “letraherido”, sabedor de que la literatura, además de ser reflejo de la época y de servir como transmisora de la memoria, siempre será, además, compendio de reflexión y criadero de respuestas.
Si la creación pura exige, como mínimo, dosis de pasión, continua dedicación y trabajo constante, qué decir de quienes, como Ramón Gil Novales, se dedican a “recrear” obras ajenas, suplantando un idioma por otro, sin que éstas -las obras traducidas- no pierdan ni un ápice del espíritu de su creador y del tiempo en que nacieron. Traducir es recrear y, además, trasvasar con fidelidad suma y por partida doble; es decir, atendiendo al emisor y al receptor, sin olvidarse nunca del resto de circunstancias –particulares, de época…- que pululan alrededor de una traslación entre idiomas. De ejemplar ha sido considerada siempre esta labor del oscense, porque siempre la ha ejercido teniendo muy presente la necesaria labor sociocultural de los “vasos comunicantes” que un traductor de verdad debe desempeñar. Ejemplaridad que le ha llevado a formar parte del clan de los elegidos, de los que van más allá de la simple suplantación idiomática que dota al lector con el acceso adecuado para llegar, degustar y apasionarse con grandes obras del Canon Occidental como Henry Miller, Peter Brook, Virginia Wolf, Edgard Morin, Hanna Arendt, entre otras, traducidas por Gil Novales.
Nuestro autor sabe bien -y así lo manifiesta en todas sus obras- que todos somos hijos del momento histórico y social en que uno vive y, por supuesto, de los momentos del pasado que se heredan o se reciben. El Gil Novales literario –sin duda, también, el Gil Novales persona- tiene claro que cualquier ser humano se edifica sobre esa memoria propia, vivida, y sobre la trasmitida o heredada que es igualmente vital. Una memoria, por tanto, que camina y que se amasa a la par que la vivencia. Y así ha sucedido con la literatura –novela y teatro- de Gil Novales, que tiene muchísimo de memoria y otro tanto de vivencia reflexiva.
Para quienes, como Ramón, nacieron en España al término de los felices 20 y al alba de los duros años 30 del siglo pasado, saben que ese tiempo y los hechos que lo configuran -trascendentales ambos- construyeron sus vidas. El de Gil Novales fue un tiempo enhebrado con la marca de la tragedia, plural y múltiple, que, además, poseyó una especial capacidad para acumular sangre derramada y sonoros silencios, miedo y ansiedad, muerte y quimeras, torturas y lucha por la libertad, sufrimientos y hambre, destierros, exilios y emigración forzada, entre otros aspectos vitales. La guerra civil española y, por añadidura, la gris y cruel posguerra afloran siempre en quienes vivieron aquel tiempo de la reciente historia y vida españolas, delineando sus creaciones literarias. En su reciente estudio (Palabras huérfanas), la joven historiadora Verónica Sierra apunta con acierto que “los niños españoles no vivieron al margen del conflicto, aislados del mundo adulto, sino que padecieron la guerra inmersos (…) conscientes de las penalidades que hacían de la vida diaria una lucha por la supervivencia…”. Es decir que, para los “Niños de la guerra” (traigo a colación títulos de la catalana Teresa Pamiès y de la castellana Josefina R. Aldecoa, por ejemplo), y Ramón Gil Novales lo fue, el mundo de su infancia se hizo añicos. Padeció esa enorme rotura en una época trascendental, necesitada de ingenuidad y de calor. Una rotura acompañada de miedos acechantes -siempre sin respuesta-, que aflorará, literariamente, una y otra vez, con su búsqueda explicativa, como asidero personal, como denuncia, como testimonio... Gil Novales pertenece al tiempo de la “España partida en dos” donde “los niños tuvieron que ser beligerantes porque los bombardeos, el éxodo permanente, la ausencia del padre soldado, preso, fusilado; el hambre, el frío, el pánico, todo en su conjunto o por separado, se ensañó con ellos” como escribió Teresa Pamiès. Tiempo y memoria siempre, lógicamente, presentes en su literatura.
Pero, junto a lo anterior, en la singladura del nuestro autor hay también otras circunstancias igual de vitales. Como muchos oscenses y turolenses de posguerra, Barcelona fue para él receptáculo del emigrante y horma de su recorrido vital. Una cuna, es verdad, gratificante, abierta y pletórica de posibles ante la grisura de un Aragón empobrecido y machacado por la contienda bélica y sus consecuencias. Sin embargo, pese a la distancia obligada, Aragón nunca fue olvidado y siempre estuvo presente, vital y literariamente. Por eso, al leer sus obras, Huesca, en particular, y las ambientaciones o las atmósferas aragonesas, en general, surgen con fuerza arrolladora. Claro que, en este transtierro a Cataluña, Gil Novales tuvo la suerte de enlazar –gracias a su pasión literaria, claro- con gentes ávidas de memoria o, al menos, empujadas por la necesidad de mantener viva esa memoria. Su llegada a Barcelona en 1957 marcará no sólo su amor por la literatura, sino su recorrido vital de futuro. Será compañero de viaje de editores (Joan Petit o Carlos Barral), de poetas (Salvador Espriu, Gil de Biedma), de narradores (Los Goytisolo), de dramaturgos (Ricard Salvat, Aurelia Campany), entre otros formantes del espíritu libre de la llamada “generación del medio siglo” barcelonesa. En Leer el mundo, escribe el ensayista venezolano Víctor Bravo, que la práctica de la lectura es “hacer del silencio un camino hacia la interioridad, sembrar reflexividad con la duda y la pregunta, semillas de conciencia crítica”. Y muchísimo de ello hay en Ramón Gil Novales que siempre ha iluminado su trabajo literario con la interrogación permanente a la par que la memoria constituye su sustento básico. Un trabajo literario que incita a la reflexión mientras camina, con luminosa escritura, indagando –y de qué manera- no sólo en las relaciones humanas, sino en la propia condición desvalida e incierta del ser humano. Todos sus cuentos –Preguntan por ti, El sabor del viento, ¿Por qué?-, novelas –Voz de muchas aguas, La baba del caracol, Mientras caen la hijas- y obras de teatro –Guadaña al resucitado, La bojiganga, El doble otoño de mamá bis (casi Fedra), La conjura, La noche de verano, La urna de crista o, en l aún inédita, El penúltimo viaje- responden, una y otra vez, a las características mencionadas, además de no perder nunca de vista las atmósferas que enhebran al creador con los paisajes de su tierra. En Ramón Gil Novales, la realidad, plural y sinuosa, se reduce así, concentrada y sostenida en el diálogo, a unas pocas verdades últimas que, lógicamente, derivan en universales. Por ello, su escritura va en busca de lo esencial, comunicando lo máximo posible con los mínimos elementos. Una literatura, dramatúrgica o prosística, que sirve para deletrear el mundo, comprender la vida y, cuando menos, para aprender de la memoria

viernes, 7 de agosto de 2009

Nota a Hermanos de Sangre

(Un amigo, me remite el siguiente comentario. Queda reflejado)

Hermanos de sangre
4 de Agosto, 2009
by Debora Libros.



El presente volumen recoge catorce relatos cuyo tema común es la contienda de la Guerra Civil. Más allá de las acciones bélicas, la guerra civil española supuso en enfrentamiento entre hermanos de una misma tierra, de un mismo país, en una guerra fratricida donde la sangre fue su vínculo.
En esta línea alegórica, Ramón Acín se aproxima en esta colección de cuentos a esos hermanos, a esas víctimas civiles que fueron los grandes perdedores del conflicto.
Y va más allá, hasta simbolizar las pasiones, los sentimientos y las ideologías en el enfrentamiento entre hermanos, entre verdaderos hermanos de sangre que acabaron en muchas ocasiones siendo verdugo y víctima empujados por una guerra cainita.

Blog del Libro.Opiniones del libro y la Literatura

martes, 4 de agosto de 2009

MANUEL VICENT ("León de los ojos verdes")

Hay escritores que te acompañan siempre.

A mí me sucede con Manuel Vicent.

A Vicent lo conocí como periodista bastante antes que como escritor. Pero fue su “No pongas tus sucias manos sobre Mozart” quien creó esta adicción que me hace volver a él una y otra vez. Desde una la lejana juventud, allá por los 80 del pasado siglo.

Claro, una adicción a textos que responden preguntas. Porque para mí la literatura es eso: Aclarar las preguntas que me hago. Como lector. Es decir, como la persona que convive y vive. El entretenimiento es lo de menos. Da igual que no exista. Una adicción, decía, que, además, se ha ido tiñendo de cierta querencia amistosa. Con anécdotas y conversaciones. A veces en la lejanía –él transitando cerca del Polo Norte, por tierras rusas, para captar para la televisión las famosas noches blancas y intuir cómo las habita el hombre-, otras en la proximidad del viaje conjunto, mientras se predicaba la literatura entre los jóvenes aragoneses. A veces, también, a lomos de dedicatorias, cada vez que un nuevo texto ve la luz. Las palabras, el tiempo, la memoria, la vida…
Quizá uno es adicto a lo que le preocupa.

Somos tiempo –en especial, tiempo pasado, con una pizca de presente y la ilusión de futuro- y Vicent habla de ello. Casi siempre. De la memoria que nos conforma y, además, de los entresijos que permiten explicarla. Por eso, tal vez, yo he hablado algo sobre sus libros en mi época de crítico literario. O de reseñista –la palabra “crítico” no responde a la realidad actual inmersa en la divulgación publicitaria-. Vicent bucea con tino en la memoria que amasa la vida y en el paisaje que, siempre, como sustento, aflora dándole la necesaria compañía. Lo que somos y en donde se desenvuelve ese “somos”…

Sucede también en “León de ojos verdes”, un texto reciente que bucea en este país nuestro. En la España a la vuelta de la esquina que “olía a muerte por todas partes”. Como ejemplo propongo la incursión en el capítulo dedicado a María, la “mujer de la bicicleta roja”. Una mujer joven, aprendiz de maestra y esposa de un maestro y miliciano combatiente que, de cárcel en cárcel, lleva a la ausencia definitiva. En la España de plomo y hambre, de obligados silencios, de lucha titánica para sobrevivir.

Vicent atrapa con sus frases porque, entre tanta agonía, deja que se cuelen momentos bellos. La belleza de la pasión humana y ciudadana. Con la tragedia que, sin embargo, nunca nubla la agonía. Copio el final del fragmento. Con todo, a pesar de su finitud, no acaba así. En la mente del lector se acomodan vías de escape. Vicent ha sembrado de minas su escritura. Sugerentes siempre. Arduas, sin duda. Clarificadoras, por lo normal. Todo para que nos preguntemos, para que no demos por concluida la historia, para que retornemos a sus vías aparentemente muertas, para que deshagamos la trenza del tiempo… Ahí va un final que, siendo final de texto, no es final de historia. La maestría.

“Cuando ya estaba en medio del paisaje fulminado y no se veía ni siquiera una sombra en todo el horizonte, apoyada en un leguario, se quitó el vestido, la falda marrón y la blusa blanca, arrojó esa ropa lejos de sí, quedó desnuda a pleno sol, deshizo el hatillo y de él sacó un vestido negro, se lo puso y continuó caminando. Todo lo que llevaba en el pequeño fardo era la ropa del riguroso luto, que antes de salir de camino había sacado del armario por un presentimiento. Ahora caminaba vestida de negro sólo con la soga de esparto en la mano. Unos gitanos que se cruzaron con ella pensaron que era una más que se iba a ahorcar” (pp. 61-62)