Hoy, 31 de Agosto, es una fecha especial para mí. Aunque nunca fui partidario de celebraciones, el 31 de agosto siempre ha sido fecha clave en mi familia. Pese a todo, jamás llegué a saber la causa por la que de pequeño y de mayor mis padres celebraban esta onomástica ligada a mi nombre. Y, además, coincidiendo con un santo así, tan de guasa como San Ramón Nonato. ¿Por qué no el 21 de junio, San Ramón obispo de Barbastro? Al fin y al cabo, éste, además de ser de la tierra, tenía más rumbo: Obispo, nada menos. Podría seguir matizando. Por ejemplo, nunca comprendí cómo alguien como San Ramón Nonato, si ni siquiera haber nacido, pudo alcanzar el loor de la santidad…
A veces pienso que voy unido a mi ancestro familiar, fusilado en la guerra civil, cuyo nombre heredé. Y que su estela me ha perseguido. En parte, lo confieso, al eco de su trágica historia, varias páginas de mis relatos y novelas deben su aliento (en especial, “Hermanos de sangre”). Hoy, esa muerte que aletea desde la memoria, circunvalando siempre, ha vuelto a manifestar su siniestra silueta. Y no sólo porque he estado, combatiendo tristuras de tiempo inútil, en el cementerio de Torrero –un familiar con apellido Acín, enraizado en el Valle y transterrado a Zaragoza, nos ha dejado-, sino porque otra nueva noticia triste ha soltado su mordisco, hiriéndome con ahínco: Me he enterado del fallecimiento de Antonio Rabinad, el autor de “Memento mori”, el alma de “Libertarias” que Vicente Aranda, sin tanta gracia, claro, dio vida y paisaje en el cine.En el cementerio de Torrero se han fusionado ambas vivencias. Las de José –cuando yo era un niño, en un Búbal hoy desconocido- y las de Antonio Rabinad, paseando por Barbastro –siempre se quejó de cómo fue descabalgado como jurado del premio “Ciudad de Barbastro”- o conversando- entre libros de viejo, por supuesto- y tomando café en Barcelona. Vivencias que alientan esta noticia personal. Noticia que no quiere ser social ni literaria, sino tan sólo recuerdo. Sea, pues, así. (Esta foto reproduce bien el espacio de mis vivencias infantiles en Búbal –Huesca-, allá por los años 60 del siglo XX).
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