jueves, 25 de junio de 2009

GENERACION "NI-NI"

(LA GENERACION "NI-NI", UN REPORTAJE PARA LA REFLEXION)

Generación 'ni-ni': ni estudia ni trabaja
Los jóvenes se enfrentan hoy al riesgo de un nivel de vida peor que el de sus padres -
El 54% no tiene proyectos ni ilusión
JOSÉ LUIS BARBERÍA 22/06/2009.EL PAÍS

Tan preparados y satisfechos con sus vidas, y tan vulnerables y perdidos, nuestros jóvenes se sienten presa fácil de la devastación laboral, pero no aciertan a vislumbrar una salida airosa, ni a combatir este estado de cosas. El dato asomaba hace poco, sin estrépito, entre los resultados de la última encuesta de Metroscopia: el 54% de los españoles situados entre los 18 y los 34 años dice no tener proyecto alguno por el que sentirse especialmente interesado o ilusionado. ¿Ha surgido una generación apática, desvitalizada, indolente, mecida en el confort familiar? Los sociólogos detectan la aparición de un modelo de actitud adolescente y juvenil: la de los ni-ni, caracterizada por el simultáneo rechazo a estudiar y a trabajar. "Ese comportamiento emergente es sintomático, ya que hasta ahora se sobrentendía que si no querías estudiar te ponías a trabajar. Me pregunto qué proyecto de futuro puede haber detrás de esta postura", señala Elena Rodríguez, socióloga del Instituto de la Juventud (INJUVE).

La crisis ha venido a acentuar la incertidumbre en el seno de una generación que creció en un ámbito familiar de mejora continuada del nivel de vida y que ha sido confrontada al deterioro de las condiciones laborales: precariedad, infraempleo, mileurismo, no valoración de la formación. Las ventajas de ser joven en una sociedad más rica y tecnológica, más democrática y tolerante, contrastan con las dificultades crecientes para emanciparse y desarrollar un proyecto vital de futuro. Y es que nunca como hasta ahora, en siglos, se había hecho tan patente el riesgo de que la calidad de vida de los hijos de clase media sea inferior a la de los padres.

Ese temor ha empezado a extenderse, precisamente, entre la generación que de forma más abrumadora, siempre por encima del 80%, declara sentirse satisfecha con su vida. El virus del desánimo está minando la naturaleza vitalista y combativa de la gente joven aunque encontremos pruebas fehacientes individuales y colectivas de su consustancial espíritu de superación.

He aquí una muestra de resistencia a la adversidad extrema, junto a la prueba de cómo el discurso consumista ha resultado una trampa para tantos jóvenes audaces que creyeron en el maná crediticio y el crecimiento económico sin fin. "No podemos hacer frente a las hipotecas", resume Luis Doña, de 26 años, padre de una niña de 15 meses, presidente de la Asociación de Defensa de los Hipotecados, que pretende renegociar la deuda contraída con los bancos y recabar la ayuda de la Administración. Llevados por el entusiasmo de haber encontrado un empleo estable, como comercial de una multinacional, él y su compañera adquirieron hace cuatro años un crédito hipotecario de 180.000 euros a pagar en 30 años para comprar un piso. "Teníamos que abonar 800 euros al mes, pero es que ya estábamos pagando 600 de alquiler. Hace un año, de buenas a primeras, nos quedamos los dos sin trabajo y ya se nos ha agotado el paro. Hemos conseguido que el banco nos cobre únicamente los intereses de la deuda, pero es que son 560 euros al mes y no los tenemos, porque no nos sale nada. ¿Desmoralizados? Lo que estamos es desesperados y eso que nuestro caso no es tan dramático como el de otras familias que han sido desahuciadas, han tenido que refugiarse en casa de su madre o su suegra".

Eduardo Bericat, catedrático de Sociología de la Universidad de Sevilla, cree que la falta de ilusión hay que interpretarla, no tanto por los efectos de la crisis, como por el cambio cultural producido con anterioridad. "El modelo de vocación profesional que implicaba un proyecto vital de futuro y un destino final conocido, con sus esfuerzos y contraprestaciones, ha desaparecido. Ahora, la incertidumbre se impone en el trabajo y en la pareja y no está claro que la dedicación, el compromiso, el estudio o el título, vayan a tener su correspondiente compensación laboral y social", afirma. Si la pregunta clásica de nuestros padres y abuelos: "¿Y tú, que vas a ser?" pierde fundamento, se entiende mejor que los esfuerzos juveniles respondan, más que a la ilusión por un proyecto propio, al riesgo de quedar descartado. "Si no estudio, si no hago ese master...". Según el informe Eurydice, de la Unión Europea, sólo el 40% de los universitarios españoles tiene un trabajo acorde con sus estudios.

A los jóvenes no les resulta emocionalmente rentable comprometerse en un proyecto de vida definido porque piensan que estaría sometido a vaivenes continuos y que difícilmente llegaría a buen puerto. "Aplican la estrategia de flexibilizar los deseos y de restar compromisos; nada de esfuerzos exorbitantes cuando el beneficio no es seguro. Como el riesgo de frustración es grande, prefieren no descartar nada y definirse poco", explica Eduardo Bericat. A eso, hay que sumar un acusado pragmatismo -nuestros chicos son poco idealistas-, y lo que los expertos llaman el "presentismo", la reforzada predisposición a aprovechar el momento, "aquí y ahora", en cualquier ámbito de la vida cotidiana. De acuerdo con los estudiosos, esa actitud responde tanto a la sensación subjetiva de falta de perspectivas, como al hecho de que el alargamiento de la etapa juvenil invita a no desperdiciar "los mejores años de la vida" y a combinar el disfrute hedonista con la inversión en formación.

A falta de datos sobre el alcance del "síndrome ni-ni", el catedrático de Sociología de Sevilla explica que el pacto implícito entre el Estado, la familia y los jóvenes, pacto que compromete al primero a sufragar la educación y a la segunda a cargar con la manutención, alojamiento y ocio, hace creer a algunos jóvenes que en las actuales circunstancias pueden retrasar la toma de la responsabilidad. "Desarrollan una actitud nihilista porque no se les exige estar motivados, ni asumir responsabilidades y hay redes y paraguas sociales. En las convocatorias para cubrir plazas de becarios, me encuentro con aspirantes de treinta y tantos y hasta de cuarenta años, y lo curioso es que esos becarios se comportan como becarios. Es la profecía autocumplida. Si les llamas becarios y les pagas como tales terminarán convirtiéndose en becarios. Lo que me preocupa es la infantilización de la juventud", subraya.

"Los jóvenes de ahora no son capaces de arriesgar, son conservadores", constata Elena Rodríguez. ¿La tardía emancipación juvenil española (bastante por encima de los 30 años de media) es, sobre todo, fruto de la inestabilidad y precariedad del mercado laboral o consecuencia de ese supuesto conservadurismo? Aunque la diversidad y pluralidad de la juventud aconseja huir de las visiones unívocas, no se puede perder de vista que ellos no han tenido que vencer los obstáculos de las generaciones precedentes. "Miramos con descrédito la vida que nos ofrece la sociedad. Nuestros padres trabajaron mucho y se hipotecaron de por vida, pero tampoco les hemos visto muy felices. No es eso lo que queremos. La gente tiene pocas prisas para hacerse mayor", explica Letizia Tierra, voluntaria de una ONG. Por lo general, las personas que trabajan en asociaciones de ayuda juvenil tienden a repartir sus juicios con la medida de la botella medio llena, medio vacía.

"En el CIMO (Centro de Iniciativas de la Juventud) vemos apatía y falta de ilusión generalizada. Muchos de los 200.000 nuevos titulados universitarios anuales afrontan con pesimismo la búsqueda de empleo. Saben que hay un elevado porcentaje de puestos de cajeros, reponedores, almacenistas, dependientes, etcétera ocupados por diplomados o licenciados", afirma Yolanda Rivero, directora de esa asociación que atiende a diario a más de 600 jóvenes. Con todo, descubre también a muchos jóvenes capaces de adaptarse y de asumir retos y riesgos. "La generación JASP (jóvenes sobradamente preparados) tiene la ventaja de su mayor formación. A la vista del panorama, continúan formándose, viajan, trabajan, de camarero, si es preciso, para pagarse un master y aprovechan sus oportunidades, aunque, eso sí, en casa de papá y mamá hasta los 35 años, por lo menos".

El catedrático de Psicología Social Federico Javaloy, autor del estudio-encuesta de 2007, Bienestar y felicidad de la juventud española, cree probado que nuestros jóvenes no son apáticos y desilusionados, aunque lo estén, por contagio ambiental. "Lo que pasa es que rechazan el menú laboral que les ofrecemos. El fallo es nuestro, de nuestra educación y nuestros medios de comunicación", sostiene. Aunque las ONG encauzan en España las inquietudes que los partidos políticos son incapaces de acoger, tampoco puede decirse que la participación juvenil en ese campo sea extraordinaria. "Algo menos del 10% de los jóvenes participa en algún tipo de asociación, deportivas, en su mayoría, pero el porcentaje que lo hace en las ONG no llegará, seguramente, al 1%", indica el catedrático de Sociología de la UNED, José Félix Tezanos. Autor del estudio Juventud y exclusión social, Tezanos detecta entre los jóvenes una atmósfera depresiva, un proceso de disociación individualista, condensado en la expresión "sólo soy parte de mí mismo" y el debilitamiento de la familia. "Se está produciendo una gran quiebra cultural. Los componentes identitarios de los jóvenes no son ya las ideas, el trabajo, la clase social, la religión o la familia, sino los gustos y aficiones y la pertenencia a la misma generación y al mismo género; es decir: elementos microespaciales, laxos y efímeros", subraya.

El sociólogo de la UNED se pregunta hasta cuándo aguantará el colchón familiar español y qué pasará cuando se jubilen los padres que tienen a sus hijos viviendo en casa. A su juicio, el previsible declive de la clase media, la falta de trabajos cualificados -"el bedel de mi facultad es ingeniero", indica-, el becarismo rampante, la baja natalidad y el desfase en gasto social respecto a Europa están creando una atmósfera inflamable que abre la posibilidad de estallidos similares a los de Grecia o Francia. "Podemos asistir al primer proceso masivo de descenso social desde los tiempos de la Revolución francesa", augura.

Más apocalíptico se manifiesta Alain Touraine en el prólogo del libro de José Félix Tezanos. "Nuestra sociedad no tiene mucha confianza en el porvenir puesto que excluye a aquellos que representan el futuro" (...) "Se piensa que los jóvenes van a vivir peor que sus padres", escribe el intelectual francés. Y añade: "Avanzamos hacia una sociedad de extranjeros a nuestra propia sociedad" (...) "Si hay una tendencia fuerte, es que tendremos un mundo de esclavos libres, por un lado, y a un mundo de tecnócratas, por otro" (...) "Los jóvenes tienen que trabajar de manera tan competitiva, que se acaban rompiendo (...) No están sólo desorientados, es que, en realidad, no hay pistas, no hay camino, no hay derecha, izquierda, adelante, detrás".

Nadie parece saber, en efecto, con qué se sustituirá la vieja ecuación de la formación-trabajo-estatus estable, si, como pregonan estos sociólogos, la educación en la cultura del esfuerzo toca a su fin y gran parte de los empleos apenas darán para malvivir. Aunque estamos ante una generación pragmática que no ha soñado con cambiar el mundo, muchos estudiosos creen que la juventud no permitirá, sin lucha, la desaparición de la clase media. "El mundo que alumbró la Ilustración, la Revolución francesa y la Revolución industrial está agotado. La superproducción y la superabundancia material en estructuras de gran desigualad social carecen de sentido, hay que repensar muchas cosas, construir otra sociedad", afirma Eduardo Bericat.

Las dinámicas encaminadas a establecer nuevas formas de relaciones personales, la búsqueda de una mayor solidaridad y espiritualidad, más allá de los partidos y religiones convencionales, los intentos de combatir la crisis y de conciliar trabajo y familia, el ecologismo y hasta el nihilismo denotan, a su juicio, que algo se mueve en las entretelas de esa generación. "Son alternativas que, aisladamente, pueden resultar peregrinas, pero que, en conjunto, marcan la búsqueda de un nuevo modelo de sociedad", dice el profesor. ¿Será posible que esta juventud supuestamente acomodaticia y refractaria a la utopía sea la llamada a abrir nuevos caminos?

SOBRE EL LECTOR

Hoy, he tenido una discusión sobre qué es, cómo debe ser el "lector".

La sangre no ha llegado al río, pero sí que ha existido tensión. Cuando nos ponemos "farrucos" todo suele quedar en tablas. Como si de nada sirviesen la palabras, la maquinación del pensamiento, su intercambio. De todas formas, la sangre nunca debe nublarnos, aunque cada día sea más dificil contenernos, escuchar al otro, admitir sus puntos de vista. Sucede porque, en la actualidad, se discute más con la prepotencia y los atributos que con la reflexión y el intercambio de ideas. Bueno, voy al grano. Dos simples pinceladas.

Soy de los que no me imaginó a los lectores cuando escribo -por cierto, algo muy diferente a que los autores escriban putativamente pensando en ellos, algo que yo, personalmente, desecho-. La historia que pueda llevar entre manos es lo que, de verdad, anega mi cabeza. Mi pretensión es contármela, darle forma, sacarla de la nebulosa en la que continuamente me está guiñando -seguro que con picardía- el ojo. Todo un trabajo de titanes. Como para pensar en el lector.

De todas formas, puestos a decir algo, creo que el lector debe ser "una persona abierta al mundo, a la casualidad de la vida y a las dosis de misterio que la vida contiene". Lo dice Tabucchi. Y yo "copio" esa idea. Coincide con lo que siempre he pensado. Por eso, también creo que una obra literaria -comunicación, en suma- es algo que va mucho más allá del libro físico y de lo plasmado por el autor. También lo dice Tabucchi -y otros escritores, claro-:

"...en una obra hay siempre mucho más, no sólo lo que tú como escritor has puesto en ella, sino incluso de lo que realmente contiene, porque un libro incluye asimismo de alguna forma, todo lo que otras personas buscan en su lectura (...)" Es decir, el libro es también "proyección de los deseos de los lectores" y, como tales deseos y proyecciones, aunque el escritor no los haya tenido en cuenta, estarán en el libro si el lector los ha encontrado en él. El lector es parte de la obra porque la lectura es recreación.

Lo siento amigo. Tal vez siga en mis trece, pero, al menos, escribo esta nota/noticia para poder romper las tablas de la mañna.

jueves, 18 de junio de 2009

UNA RESPUESTA ("INVITAR A LA LECTURA")

Llevo casi media vida con “invitación a la lectura” –en 2010 se cumplirán 25 años del programa, si el cuerpo aguanta- aunque me parece que fue ayer cuando celebramos, en el curso 1985-1986, los primeros encuentros con Julio Llamazares (Luna de lobos), José María Latorre (la difícil Miércoles de ceniza), Javier Tomeo (Amado monstruo) y, entre otros, José María Merino (creo que se leyó su recién publicada El oro de los sueños).

El título de "Invitación a la lectura" quiere decir lo que dice: invitar, no otra cosa. Por eso, este comentario. Y en esa “invitación” ya han participado más de trescientos novelistas, poetas, dramaturgos cineastas, periodistas, guionistas, ensayistas, letristas, cantoautores, autores de cómic,… españoles y extranjeros. Creadores de cultura todos ellos que, junto a otros muchos profesores –sobre trescientos también cada año-, siempre están dispuestos a que las diferentes manifestaciones literarias –sin olvidar las de la imagen que se apoyan en ésta- sean vehículo de unión, lugar de aprendizaje, espacio para la reflexión… y océanos de placer. Es decir, el libro, como excusa, como medio, como instrumento, como fuente…

Por eso, invitación y no otra palabra. Claro que "invitar" conlleva tener muy claros algunos conceptos y, también, ciertos pasos previos. Como mínimo, apunto estas tres reflexiones o conglomerados de ideas:

1.- La literatura es contagio –le robo, creo, la idea a Luis Landero que, no en vano, es profesor y escritor a la vez- y hay que transmitir ese contagio con la vivencia. Invitar, por tanto, sólo cuando se vive la lectura. Y, aunque haya que pedir esfuerzo –todo lo que interesa en la vida, exige esfuerzo-, éste debe estar exento del exceso de los ribetes académicos y, como mínimo, de la obligación impuesta a rajatabla, que no es lo mismo que un tanto “forzada”. O sea, invitar con mano izquierda y con el ejemplo de la vivencia como primer paso, tras observar, por supuesto, al lector en ciernes– alumno en nuestro caso- y a los flancos por los que podemos acceder a él.

Ésta es la táctica imprescindible: observación del “otro” y ejemplo “propio”. Sin olvidar, claro está, que tampoco es tan grave que haya gente que no lea. Primero, porque de todo hay en la viña del Señor. Leer es una posibilidad más de las muchas del ser humano. Muy útil y muy grata, pero, como todo, dependiendo del gusto -rara es la persona a la que le agradan todos los manjares o ¿no?-. Lo que sí sería grave es la imposibilidad de no poder acceder a ella. No, la libertad de elección. Y, segundo, porque el contagio es el mejor elemento básico para que arraigue la lectura. Por otra parte, hay que olvidarse un tanto del igualitarismo y del “buenismo” que nos cerca, colocándolos como ideas en el horizonte, a conseguir pero sin agobiar, porque no hay que perder de vista tampoco la heterogeneidad del mundo.

2.-No sacralizar ni el libro ni el autor. La literatura habla de la vida, es vida. Por tanto, convirtamos el libro en fuente –ojo no escribo modelo- de vida. Los libros, sin duda, encierran memoria -que es lo que significa ser humano, por ser ésta el material sobre el que se edifica-, pueden plasmar el presente y hasta pueden predecir el futuro. Casi nada. Además, todo libro, cualquiera, habla en silencio y busca la intimidad.

Eso debe ser la lectura: una actividad personal, un diálogo silencioso e íntimo que nos pasea por el placer, estimula la curiosidad –la curiosidad, no se olvide, ha proyectado al hombre-, muestra caminos en la cuadrícula de la vida, inunda de pasión.. En suma, que al contagio, debe seguirle la curiosidad, el afán por descubrir, la posibilidad de respuestas, y, cómo no, el placer e, incluso, la trasgresión. Sin olvidar nunca que, para beber y aplacar la sed –o lo que sea- hay que tener necesidad –de sed o de lo que sea-.

En suma, la literatura -concebida como carta que el escritor envía-, debe obrar a su manera en el lector –con ella o a partir de ella- para que éste convierta al libro -y a la literatura que encierra- en su propia aventura.

3.- Al contagio (punto 1) y a la fuente (punto 2), debe seguir el contacto. A ser posible –como ocurre en “Invitación a la lectura”- doble. Con el libro y con el autor. Diálogos en silencio, en la intimidad y, por fin, en los “cara a cara”.

4. Conseguido lo anterior, seamos profesores. Si es necesario, claro.

Pero esto ya es otra historia.

(Nota: Espero que sirva a mis compañeros de fatigas en el aula que me interpelan por modelos y maneras de leer. Ya sé que la respuesta no es concreta. No puede serlo. Creo que no debo "dictar" formas de actuación generalizables. El aula es territorio del profesor, quien está obligado a observar y, tras esa observación, a decidir sus estrategias de lectura y enseñanza. La heterogeneidad es lo que define hasta el aula misma. Por otra parte, compañeros, en entradas anteriores, en este mismo blog, hay ejemplos de cómo invitar, ilusionar y aprovecharse de la lectura: "maneras de leer").

martes, 16 de junio de 2009

CITAS QUE SON ADVERTENCIAS

Suelo atender a los creadores que, en sus declaraciones, tocan tierra. Es mi sino. Nací y crecí en tiempos de poco humor. Y atiendo, porque siempre hay algo de sentido en ellas. Lejos, por tanto, de las paranoias de quienes adoran su ego, se autoescuchan, provocan por provocar, juegan a evadirse continuamente o se montan películas creyéndeose genios, insustituibles o semidioses. Haylos. De todos los pelajes. A manadas.Pienso que la vida, además de sus dosis de humor -tan necesarias-, también debe poseer algo sólido. Por eso traigo hoy -y escribo, con permiso, espero, de los citados- dos minitextos con abundante dosis de razón. Citas, como apunto, que son advertencias.

UNA:
Escribe, con razón, Michael Gruber -un escritor norteamericano cuya última obra publicada en España indaga en el barroco español -"El experimento Velázquez", lleva por título- que "el problema con un narrador no fiable es que el lector puede perderse, y (que) un lector perdido es un lector aburrido".

DOS:
Afirma un inteligente escritor español que antes quiso ser físico - al menos se licenció en Ciencias Físicas, claro-; o sea, Agustín Fernández Mallo -para no marear más la perdiz- que sigue deslumbrando con su literatura, afirma, decía, lo siguiente: "Es importante entender que antes se creaba desde el conocimiento, y hoy desde la información, que son dos cosas distintas".

Mediten.

lunes, 15 de junio de 2009

¿BATALLA PERDIDA?

Santos Sanz Villanueva me escribe con motivo del último libro que he publicado (el breve ensayo"Cuando es larga la sombra") y ambos volvemos a mencionar posturas de hace un par de años por lo menos: En la ya vieja lucha, digamos, entre la "pureza" -¿existió de verdad?- literaria y la fuerte contaminación que le inyecta la presión del mercado desde hace un tiempo, la batalla parece perdida -Santos Sanz dice "está", no "parece"-. A favor del mercado, claro. Llevó 19 años, desde 1990 (ésa es la fecha -¡dios!, la de tiempo que ha pasado- en que vio la luz mi "Narrativa o consumo literario" en Prensas Universitarias de la Universidad de Zaragoza-), enzarzado con una línea de reflexión que me agota. Hay que hilar muy fino, porque la presencia del mercado en sí no creo que sea negativa. Sí puede serlo, en cambio, la excesiva fuerza domesticadora que contiene; una fuerza que ataca a todos cuantos participan en el triple acto -creativo, difusor y lector- que engloba la presencia de una obra literaria en la sociedad.

Pero en esta "noticia" no quisiera hablar de la "batalla perdida", sino de los comentarios y cartas que voy recibiendo. Nunca he sido pesimista en este terreno de literatura/mercado. Si lo fuera, no malgastaría energías en balde. Creo que se escriben reflexiones para advertir de algo, para difundir sus pros y contras, para recibir respuesta... Y respuestas se han producido. Algunos son viejos conocidos, colegas a vueltas con el tema o investigadores de cultura que, atentos, andan a la última. Otros, a los ni siquiera los conocía, me han sorprendido con sus correos. Los creía alejados de esta temática y, sin embargo, han leído el librito y sus observaciones son, por lo general, más tajantes, más preocupadas. En una palabra, que hay gente fuera del territorio por el que, a veces, transita mi afición reflexiva, que sienten el aliento del mercado contaminador. Lectores atentos y profesores que aman la literatura y que animan a seguir en el parapeto vigilando la sociedad de mercado que nos envuelve.

Los hay que me piden mayor contundencia y que creen equivocado el título que yo le he dado al ensayito."Cuando es larga la sombra", les parece poco combativo. Otros me dicen, una vez remitida mi respuesta, de que si la batalla está perdida, no lo está guerra... Y me sorprendo al ver el vocabulario militar que aflora. Y la gente que está "preocupada" por este tema.

Ante los comentarios y cartas recibidas, llego a pensar que, tal vez, la actual situación sea tan sólo el "pico" de un ciclo. Al fin y al cabo, bien podría cuadrar la historia del péndulo que viene y va -eso sí, cambiando las circunstancias-. Y soprendente también de donde vienen los correos: salvo algunos de Madrid, muy concretos y hasta lógicos por ser personas que vienen cavilando sobre el tema, apenas hay presencia de focos editoriales. Sí, de profesores universitarios, bastantes lectores y muy pocos escritores. La sombra, tal vez sea menos larga, pero es.

jueves, 11 de junio de 2009

MANERAS DE LEER 3

No conocía Samper de Calanda. Y, hoy, gracias a la literatura, he entrado hasta el mismo corazón, del pueblo y de sus gentes. Tengo amigos originarios de Samper, estudié en el Instituto Goya con un chico de Samper -luego periodista en Andalán y, hoy, alto cargo en la administración autonómica-, un compañero de mi época en "Heraldo de Aragón" tiene casa en el pueblo y algunos contertulios de donde resido también nacieron y crecieron en Samper -regentan mi bar preferido, mi "atalaya" gastronómica por sus suculentas y abundantes tapas-, pero, pese a ello, no había estado nunca en Samper. Nunca, a pesar de ser visible su cartel anunciador, en plena curva del centro de Hijar, me había desviado para llegarme hasta él. Muchas veces, camino de Alcañiz, del Matarraña o del Mediterráneo, en viaje de ida o de vuelta, he pensado en acercarme, pero no llegué a hacerlo.
Ha tenido que ser la literatura, ese territorio común que tanto une, quien me haya llevado en esta tarde calorosa Junio. Y me haya permitido dos horas de conversación a vueltas con mi novela "Muerde el silencio". Con alrededor de treinta lectoras expectantes, apasionadas e inteligentes, comandadas por Mariví, la bibliotecaria, y por la profesora del centro de adultos que han buceado en mi novela con tino y, sobre todo, con una mirada tan sustanciosa que he aprendido de ellas. Cómo han captado el valor del silencio, mi forma de romperlo, nada más comenzar la historia con las campanadas, el hilo humorístico que atenua el dolor, las microhistorias que dan carne al personaje colectivo que es el Valle...Y, sobre todo, me han reconfortado porque bastantes se han reconocido en las varias anécdotas que van dando cuerpo y sangre -como teselas de un mural- a la historia contada. La vida comunitaria agrícola-ganadera de una población rural en el pasado ha revivido en sus recuerdos. Volver a vivir. La carta que todo escritor emite al receptor-lector ha encontrado, por tanto, cauce y significado. La carta, recreada. Estoy contento, agradecido. Y, por si fuera poco, he aprendido. Entre las cosas que me han contado, un par de ellas, no van caer en saco roto. Ya veo su sombra en futuros relatos. La literatura, el territorio que nos une.
Lecturas así, intercambios así, reconfortan y dan sentido a quienes escribimos o nos absesionamos con contar. Y, por añadidura, me han despedido con un fin de fiesta gastronómico. Con las deliciosas tortas -soy laminero- que se hacen en Samper. Y con un libro de Miguel Gracia Fandos que también recupera, desde una mirada casi etnológica, el Samper cotidano y agrícola del siglo pasado.
Luego un breve paseo por el pueblo y la panorámica de las afueras, ondulándose carretera adelante mientras todo queda atrapado en la retina.
Una realidad: Merece la pena apoyar a los clubs de lectores que son conscientes de lo que llevan entre manos.

Son formas de leer, de intercambiar, de convivir, de comprender el mundo y su entorno. Frente al simple palcer de vegetar, el de leer. Sin duda. Como mis lectoras de Samper.

miércoles, 10 de junio de 2009

POEMA PARA UNA DESPEDIDA

UN MAR DE LÁGRIMAS
Sufrirás. Ya has sufrido.
Tal vez estés sufriendo.
Y aunque sepas por qué (si es que lo sabes),
ese conocimiento no será tu consuelo.

El adiós a los tuyos; el azar,
implacable; la incógnita del cielo,
todo lo que se pierde
hechos y vida abajo, tiempo abajo,
o también vida arriba, hacia lo que te espera,
todo, configura el sabor de tus lágrimas,
un sabor sin sabor, ya que no lo comparte
quien te ha visto sufrir
-no puede compartirlo-,
un sabor que no entiendes,
un cúmulo de lágrimas que trazan,
no sé dónde,
un mar por el que bogan,
y no sé para qué,
inútiles por siempre, inconsolables,
quién sabe desde cuándo,
su alma,
tu alma
y la mía.

Carlos Marzal
De "Los países nocturnos" 1996

(Nota: La muerte acecha. Familiares y amigos que nos dejan. Un poema, recuerdo de vida, memoria de paso, cálido cariño que se desvanece)

martes, 9 de junio de 2009

LA ÚLTIMA NOVELA DE ALFONS CERVERA

Alfons Cervera, el Alfons Cervera de "El color del crepúsculo", "Maquis" y "La noche inmóvil", una magnífica “Trilogía de la Memoria” con la guerra civil española y la primera posguerra como quicio literario y vital, acaba de publicar "Esas vidas", una novela enjuta en páginas (distancia muy ajustada, aunque sea la típica de la novela corta), pero densísima en contenidos. A primera vista, parece que abandona su territorio narrativo, pero no. Lo que ocurre es que, esta vez, a la carga de la memoria transmutada en material narrativo, se superpone un presente vivaz, esencial, vitalísimo.

Alfons narra la muerte de su madre. No obstante, aunque parezca así de sencillo, no sólo es eso lo que atesora, porque la historia narrada dispara en muchas más direcciones. Hacía el pasado por la vida que se apaga, encerrada en su madre y que, mientras vivió, barbotaba vida -la suya, incluida- en la memoria transmitida que, por supuesto, encerraba la vida de otros, otras vidas. También hacia el futuro, tan preñado de silencios. Sin duda, hacia el presente doloroso. Pero también hacia la misma literatura, hacia la cultura que navega por la cabeza del autor, degustador donde los haya.

Mi primera impresión, todavía turbado, es la de una lectura que desazona y atrapa, que hiere e ilumina. Una historia que, aún siendo durísima jamás permite la mención del abandono, sí del respiro. El mordisco de una escritura con aliento de vida es difícil de sostener en una lectura sin descanso, sin levantar la cabeza hasta la última página. Se están narrando muchas cosas, pero sobre todo el poder de la muerte. Y el disparo de Alfons, desde la intimidad desnuda, invita a la interrogación, a la duda, a mirar de frente, a vivir en las palabras que comunican el sinsentido implacable de la existencia que, pese a todo, asimiladas y comprendidas, aminoran la corrosión de su verdad última.

Hay que leer poco a poco, trago a trago, al ritmo de los fragmentos que se van sucediendo –qué buen hallazgo técnico el de Alfons. El fragmento breve propende, a la vez, al descanso y a la reflexión- para que la herida que nos produce se mantenga liviana, esquivando el golpe terrible que se presiente. Pero, pese a esa espada de Damocles, qué luz más prodigiosa, qué prosa –bella en su sequedad, incisiva en sus golpes, esplendorosa en su dolor cruel-… Admiro a Alfons por su prosa, por la profundidad a la que llega, por el sentimiento que la impregna. Buscar la verdad, comprender la vida y su término, puede ser también una manera de sobrevivir al dolor y al sinsentido.

Un fragmento como muestra: “La muerte ciega los caminos de la memoria. Y tú te estás muriendo sin que hagas nada por evitarlo. La muerte da sentido a la vida, escribía Alejandra Pizarnik. Las tuyas, tu muerte y tu vida, no dan sentido a nada. Has decidido convertirte en un vegetal envuelto en una toca de lana y de silencio. Ella se suicidó después de andar muriéndose toda la vida. Escribía poemas extraños, sentía un peso que la empequeñecía, se inventaba espejos donde poder mirarse para no convertirse en otra. No sé si hay poesía más turbadora. Tal vez no. No sabes quien es Alejandra Pizarnik. Por eso no sabes, tampoco, que la muerte llega antes de que la sintamos en la espalda. Está siempre ahí y convertimos su espera imperceptible en una raya que separa la razón de la locura. Ser otros, buscar en los otros los pedazos de ruina con los que nos construimos. Los poemas del horror en la escritura atormentada, lúcida y atormentada, madre, de Alejandra Pizarnik…” (pág. 58)

(Nota: Alfons presenta, mañana 1o de junio, "Esas vidas" en Zaragoza. Librería Cálamo. Contará con la mirada crítica de José Luis Rodríguez, pofesor de la Universidad de Zaragoza).

LECTURAS

No sé si a todo el mundo le ocurre, pero a mí me atrapan determinados paises y ciudades. Siento el combate -casi de lucha libre- que entablo con ellas y ellos, atrapado entre sus llaves de embrujo y de vida. En mis viajes, procuro siempre ir más allá de la postal de su arte, de sus costumbres y de sus gentes. Cuando esto sucede, incluso, acabo atracándome de obras donde estos países y estas ciudades queridas tienen papel de protagonistas o sirven de escenario o atmósfera narrativa.

Es el caso de Venecia, ciudad mil veces soñada, visitada, físicamente, en tres ocasiones y revisitada continuamente con los recuerdos. Viajo, siempre que puedo, lejos de aglomeraciones y guías de al uso, porque me gusta perderme entre la gente, salirme de los circuitos, soborear, oler, palpar la vida, absorberlo todo, empaparme. A veces, de ello surgen relatos; otras, vaporosas atmósferas que servirán a mis historias narrativas.

Digo todo lo anterior porque he recibido "Bajo el león de San Marcos", de la zaragozana Ana Alcolea. La acaba de publicar en Algaida -todo un novelón de casi 500 páginas-, mi editorial. Somos, pues, colegas de sello. Tres situaciones propicias para su lectura: una ciudad admirada y amada, la amistad con Ana y la editorial que nos acoge a ambos. He comenzado a leerla atrapado por la frase que cierra el libro y la historia narrada. Una frase magnífica, insinuante, prometedora: "Me pareció que vigilaba mi sueño la pétrea mirada de un león alado". Intuyo amor, cierto suspense, historia a raudales...y, por supuesto, el corazón de Venecia. A por ella.

Hablando de Ana -que tiene muchos contactos con Suecia, país que también me atrae sobremanera-, en cola, el librito de poesía "La vía Láctea", de Kjell Espmark, miembro de la Academia Sueca y jurado en el Nobel. Y, también, en retaguardia, esperando el ataque: "Atlas descrito por el cielo", del serbio Goran Petrovic, con prólogo de Alberto Manguel -una voz seria- y el buen gusto y obligado batallar de una editorial independiente como Sextopiso, empeñada en buenos textos. En esos textos a los que el bosque editorial del mercado actual no deja ver la luz o los asfixia, condenándolos al olvido o a la muerte misma, incluso antes de nacer -¡cuántas novedades ni siquiera se desempaquetan en las librerías!-. He picoteado en algunas páginas -suelo hacerlo antes de empezar una lectura- y el sabor ha dejado un regusto de los que anuncian placer y reflexión. Espero hallar el mismo placer que cuando leí, hace muy poco, otro serbio igual de desconocido en España -pese a que, a temporadas, ejerza la traducción en Barcelona. Por ejemplo, relatos al serbio de mi desaparecido amigo Jesús Moncada -: Igor Marojevic.

domingo, 7 de junio de 2009

DOS CITAS DE LA TRANSICIÓN (GENERACIONALES)

"Aquella bobería de progre, cuando comenzaba la transición (...) la España plural, la España de las diversas lenguas y de las diferentes patrias, nosotros creíamos en ello y lo defendimos de buena fe, pero resultó que nos engañaron, fuimos demasiados incautos, o estúpidos, porque los nacionalistas quieren que los demás seamos plurales pero ellos sólo anhelan su singularidad, la de los demás la desprecian, sólo creen en la propia, su singularidad dentro de la pluralidad de los demás, es la perversa ley del embudo, una singularidad marcada por el privilegio, naturalmente, por la voluntad de eliminar de su territorio los rastros comunes, lo que nos unfica a todos..." (pág. 325)

"En el ejército la individualidad se pierde necesariamente y se sustituye por la unanimidad con el grupo, y hasta el héroe solitario de las hazañas bélicas actúa para apoyar el éxito del conjunto al que pertenece, de manera que si lo ponemos en un cultivo de crueldad y odio, un grupo uniformado puede ser un asesino colectivo perfecto, sin remordimientos ni dilemas morales..." (pág. 263)

(La sima, de José María Merino, Seix Barral, 2009)

A VUELTAS CON LA ORTOGRAFÍA

Entre el aluvión de correos sin sustancia que uno recibe, a veces se encuentra alguno con un punto de enjundia. Es el caso del que adjunto, enviado por el poeta leonés-zaragozano Emilio Pedro Gómez, que siempre me riega con bellos montajes fotográficos y musicales, no exentos de carga social. Son de esos correos que lees, que guardas un tiempo y que tiendes a reenviar a quienes sabes que gustarán.
Éste reza así:
"Julio Cortázar escribía:'La coma, esa puerta giratoria del pensamiento'
Te invito a leer despacio la siguiente frase:
'Si el hombre supiera realmente el valor que tiene la mujer andaría a cuatro patas en su búsqueda'.
Si valoras más a la mujer que al hombre, probablemente colococarías la coma después de la palabra "mujer".
Si valoras más al hombre que a la mujer, probablemente colocarías la coma después de la palabra "tiene".
PDTA:Si no te apuntas a ninguno de los dos grupos, ni apuestas por "andar a cuatro patas", y lo que te mola es la frase de Cortázar, probablemente seas uno de los míos.

sábado, 6 de junio de 2009

LENGUA Y POLITICA

Estoy leyendo -liberado de mi trabajo de crítico, últimamente picoteo narrativa, biografía, ensayo, poesía... para no convertirme en el típico monotemático- "La lengua común en la España plurilingüe", de Ángel López García, toda una bomba de relojería que escupe, racionalmente, metralla aquí y allá para quien no quiera pensar en el tema. Y digo "pensar en el tema" frente a una situación que se define muy bien en Aragón con la palabra "orejeras".

Para los que sí están -estamos- preocupados por la situación lingüística de la Península Ibérica, éste libro puede significar algo así como una luz en la noche.

Les remito, por ejemplo, al título del capítulo 20 del ensayito: "Fe de erratas: Política lingüística no es hacer política con las lenguas" y, también, en la afirmación que éste contiene: "Es sorprendente que el Estado" -español, por supuesto, se sobrentiende y matizo yo- "no se haya planteado la necesidad de una política lingüística para todas las lenguas de su territorio" . Mediten -tal como hace Ángel López-: si el estado no renuncia a sus atribuciones en la regulación del caudal, por ejemplo, del río Llobregat que transita totalmente por Catalunya o en las relativa a la pesca en la ría de Arousa, gallega cien por cien, ¿por qué hace dejación de funciones con respecto a la política lingüística?La solución: Convivencia y comunicación o viceversa. Hablar y entender para convivir (además del "sesquilingüismo", en la terminología de los entendidos) frente a radicalismo. Y más cosas, claro, en este fuego cruzado.

Una lectura, sin desperdicio.

MANERAS DE LEER (CAFÉ CON LETRAS)

Por tercera vez retomo este título de "Maneras de Leer" (por cierto, robado a Félix Romeo de un artículo suyo, publicado en ABC). Y lo hago para hablar más largo y tendido -lo merecen- de Ana Cristina Cólera, Eva Carbajosa, Luis Javier Pina, Mª Ángeles Elías, Mª Dolores Usón, Raquel Molinos y Victoria Zumeta, almas de una experiencia lectora con solera y enjundia: CAFÉ CON LETRAS.

En él han disfrutado varios amigos míos mientras visitaban Aragón. Javier Reverte, Olga Merino, Inma Chacón... algunos nombres de entre una decena que yo recuerdo ahora a bote pronto... Este año, Rosa Regás. Por supuesto, también autores aragoneses, entre los que yo he sido uno de los agraciados.

Café con Letras es mucho más de lo que nombre indica. Además de charla, de café y de lectura previa, es también gastronomía y convivencia, intercambio y diálogo, divertimento y reflexión, todo aparentemente de forma distendida. Pero bajo esa balsa de distensión, fluye y barbota la pasión, la necesidad de llevar la cultura hasta la última persona y, sobre todo, un continuo horadar, individual y colectivo, buscando sustancia, bajo la piel que arropa el artefacto que es el libro.

Café con Letras se une y se funde con el profesorado del Centro de Adultos de Fuentes de Ebro, se interconexiona con las bibliotecas, acude a los ayuntamientos, utiliza a los agentes culturales de una amplia comarca y logran una verdadera animación cultural a partir de los libros y una verdadera divulgación de la literatura. Carmen Cacho, Carmen Candala, Eva Mª Paracuellos, José Miguel Ibáñez, Mª Ángeles Caparrini, Mª Isabel Gadea, Pascual Marín, Paz Argueta, Servando del Río -sé que me dejo nombres, lo siento- están ahí, capitaneando un fervoroso ejército de lectores a los que todos lo escritores que les he acercado adoran, nombran y recuerdan cada vez que hablo por teléfono, retornan a Aragón o nos cruzamos mensajes.

Y es que cuando el río suena, agua lleva.

SABER VENDERSE

Ayer en la Feria del Libro de Zaragoza (en la que este año no he querido someterme al rito de la firma, porque me siento, siempre, como un "pim pam pum" de atracciones o como el necesitado que pide limosna. Y conste que entiendo que es un buen momento para dialogar con el lector -hay otros mucho más intensos como los clubs de lectura, por ejemplo- y llenar el ego), un amigo de lides, ante mi escéptica postura me espetó:
"Tú, no sabes venderte. Eso es estar fuera de la galaxia".
La verdad que tardé en reaccionar, porque, tal vez, tuviera razón y yo estuviera equivocado. Pero, tras un breve tiempo de zozobra, mantuve mi postura. Me niego a que mi persona sea un producto más. A ser una prolongación meramente comercial de mis libros. Soy de los que se lo pasan bien escribiendo –yo, de verdad, no sufro cuando escribo. En la vida hay que disfrutar lo más posible. Bastantes palos nos da la vida como para añadir uno más por propia iniciativa-. Si no disfrutase escribiendo, dejaría la pluma. Y soy de los que, aunque no lo parezca -llevo años en promoción y agitación literarias, al menos, con la obra de mis compañeros, mediante programas de lectura, con la crítica, etc.-, piensan que el libro, una vez publicado, ya no pertenece del todo al autor. Es decir, que el emisor debe emitir el mensaje y poco más. Y, por tanto, no creo mucho en esa patraña, tópicamente interesada, de "un libro es como un hijo y se debe acompañar siempre".
El amigo de lides narrativas lleva tardes y esfuerzos este año de Feria y, con anterioridad, otros muchos si la memoria no me falla. Ya saben que la memoria también es interesada. Y él, con los libros-hijo que tiene en el mercado, con su "venderse", no ha llegado nunca a reeditar ninguno de sus títulos. Yo, le hice ver que no siempre es así; que “venderse” puede ayudar al consumo de los libros, pero que mi postura no es ésa y que, sin embargo, mi ensayo "Narrativa y consumo literario" fue reeditado; que mi novela juvenil "Terror en La Cartuja" ha sido reimpreso y supera los 10.000 ejemplares; que "Secretos del tiempo escondido. Cuentos para ser contados" ha entrado en su segunda edición; que mi novela "Siempre quedará París" camina por la tercera edición; que mi novela "Cinco mujeres en la vida de un hombre" está agotada, que...
De pronto, tal vez sin argumentos, ha empezado a hablar de que la suerte es a veces esquiva, de que si yo he estado en la atalaya de la prensa -él también hace sus pinitos-, de que...Al final, para evitar el diálogo de besugos -a la edad que ambos tenemos de nada sirve el intento de hablar para acercar posturas. Sobre todo, cuando uno se aferra a sus intestinos- y antes de llegar a mayores, sin que a mí me entusiasme el fútbol –una cosa es jugar y apreciarlo y otra ser forofo- me he agarrado al juego y ascenso del Real Zaragoza a propósito del reciente nombramiento de mi amigo Miguel Pardeza en el Real Madrid. Un futbolista que lee y escribe, por cierto. Y donde pudo haber gresca, comenzó el barullo. Ay Dios, fútbol y literatura. Y, luego, después de “primeras” y “segundas”, de viejos tiempos de glorias con Nayines y Pardezas, fuíme.
Así acabó mi viernes de Feria, sin saber venderme como mi amigo de lides literarias, pero satisfecho de no ser un producto. Me importa un pito pasar por tonto.

miércoles, 3 de junio de 2009

UNA REFLEXION (con la lectura de "La Sima" al fondo)

A veces la literatura expone ante nuestros ojos un drama idóneo para aprender a leer y para descifrar otros sucesos igual de dramáticos que los conocidos o que los sufridos. Sucesos que el paso del tiempo - su lejanía- ha limado en sus contornos y, por supuesto, diluido en su rotundidad
(Recordad: Sólo somos memoria).

También sirve para prevenirlos, podrán apuntarme. Sí, pero menos. O casi nunca.

En la lectura de "La sima", de José María Merino, es lo que me ha sucedido. Y lo más terrible: he observado que siempre se ha dado la admisión de la tragedia como algo lógico, esperable e imposible de mutar.

Pese a todo, la rabia viene por lo siguiente. Meditad el párrafo: "La historia transcurre dejando continuamente cabos sueltos y cuentas sin ajustar, y sólo se puede ejecutar la justicia de forma simbólica, alguna vez, pocas, e, incluso en esos casos concretos, puntuales, hay una bruma turbia como telón de fondo que impide que la pureza debida brille completamente. No todos los extremos de la justicia acaban cumpliéndose, la mayoría de la sangre derramada en la historia queda impune, la sangre que se hace verter como venganza de la otra añade un nuevo eslabón de impunidad, y hay que acostumbrarse a ello, pues pertenece a lo que llamarían los economistas los costes del funcionamiento del sistema de la humanidad" (p.180)

martes, 2 de junio de 2009

MÁS SORPRESAS (TODAS FEMENINAS)

Ana Merino, maestra del cómic -no se pierdan su ensayo "El cómic hispánico"- me envía, con una particular dedicatoria que me llena de júbilo, su novelita destinada a los jóvenes "El hombre de los dos corazones". Llevo pocas páginas, pero ya estoy enganchado. Entre sueños, viaje repleto de aventuras y demás materiales prontos a la originalidad no hay lector que escape. Yo, que sólo creía en su faceta poética (Premio Adonais, Fray Luis de León, por ejemplo),no salgo de la sorpresa. Claro, me digo,de tal palo (sepan que su padre es José María Merino, quien recientemente leyó su maravilloso discurso de ingreso a la Real Academia: Ficción de verdad) tal astilla.

También sobre la mesa, esperándome con guiños, una hermosa portada de Alfaguara que lleva por título "Demasiados héroes", de la colombiana Laura Restrepo. La sigo desde que Jorge Herralde me la hizo descubrir en Anagrama allá, creo, que a inicios de los 90. Ya sabía de ella por aquel maravilloso libro "Historia de un entusiasmo" (Recuerden, fue negociadora entre el Movimiento guerrillero M-19 y el gobierno), pero con cada lectura, en contra de lo que suele suceder,sigue aumentando mi fidelidad por sus historias.

Y más mujeres: La zaragozana Teresa Garbi me envía su último libro: "Leonardo da Vinci: obstinado rigor" que promete. Sobre todo, porque, además de saber ya de su buen hacer literario, cuenta con un alegato en su favor que, en la contraportada, escribe el poeta valenciano Vicente Gállego,alguien en quien confío como lector. Buena semana me espera.

"AFINIDADES" EN ARAGONESA DEL ARTE

Lleva ya un año "Aragonesa del Arte", mi sala de arte preferida en Zaragoza,ofreciendo sorpresas de altura. Hoy, casi a mediodía, antes de ir a una cita cultural en el Paraninfo, como no podía estar en el "sarao" de la tarde, me he acercado a la calle Fita (nº 19, Zaragoza, 50005)y allí, en la más íntima soledad, acompañado de Montse y Mariano -enamorados del buen hacer y gozosos de lo que han montado- y de Enrique Larroy he disfrutado casi en solitario de quienes cuelgan en la sala y de lo que exponen. A Larroy, que lo conozco desde los años de la Sala del Mixto 4 (allá por los 80), ni siquiera le he preguntado por sus cosas, ni siquiera por lo expuesto. Somos más que viejos conocidos de eventos culturales. He preferido mirar en silencio lo colgado. Sí que me he detenido en Lina Vila y su árbol-homenaje paterno. Hay algo en esta chica que tira de mí. Después, Sinaga, Tena y María Buil.
Entre bromas y mis despistes, Montse me ha acercado el librito de "Afinidades" en el que Larroy ha estampado la firma ("Al señor Acín -pone con sorna-, primer visitante de la expo")y que me ha permitido devorar, en un pis pas, los textos de Grasa, Vilas, Jiménez, Ratia y Romeo. Pinta bien la historia con dirección de Chus Tudelilla. Quizás los hermanamientos entre distintas facetas de arte debieran proliferar en la, cada vez menos, “gusanera zaragozana”. Enhorabuena a Aragonesa del Arte que observo que, además de apostar por la cultura, persiste en montajes y exposiciones que cuestan dinero. Así ha sido siempre la vida, unos hablando y otros cardando la lana.
No se lo pierdan.

lunes, 1 de junio de 2009

LECTURAS

Se me acumulan las lecturas.

Continúo interesado por obras con trasfondo o ambientación bélica. Mi próxima novela, aún fermentando en la cabeza, navegará por los lodazales de la obsesión y no está mal atizar las brasas. Y, en ello estoy. Desde "Los demonios de Berlín", de Ignacio del Valle, al sorprendente hallazgo -casi un novelón antiguo- "De Humanidad y polilla", del hasta ahora desconocido Julián Granado. En ambas España y guerra, búsqueda y persecución de los fantasmas de la memoria.

A Ignacio del Valle le soy fiel por el disfrute lector de su anterior novela, "El tiempo de los emperadores extraños". Un título que no habla bien de lo que atesora en su interior. Entre una intriga suave y un ambiente hostil -el frente ruso de Leningrado/San Petersburgo- lo siniestro de la guerra se cuela por los ojos con su frío misterio. Por lo que llevo leído, "Los demonios de Berlín" ahonda en el profundo pozo humano cuando los hombres se dejan llevar por la violencia. Aquí, de nuevo, la División Azul en sus estertores de 1945. Aire de thriller, bien adobado de documentos sin que estos se noten.

A Julián Granado y su "De Humanidad y polilla" he llegado por azar. Entre el aluvión de libros recibidos –Ay!, San Jorge, la primavera, El día del libro, Las ferias...-, me llamó la atención lo extraño del título. Extrañeza que me permitió atrapar el subtítulo: Todas las caras de Ferrer Guardia. Casi nada. Cómo abandonar la historia del creador de La Escuela Moderna, su confusa muerte y la pantomima de su juicio. Promete.

Y a vueltas también con "El arte de volar", del paisano Antonio Altarriba y Kim en Edicions de Ponent. Coincidiendo con ese último Babelia que parece descubrirnos la importancia del cómic. A buenas horas mangas verdes.