SABOR A CHOCOLATE, DE J. C. CARMONA*
por Ramón Acín
“Las vidas, el amor y la música se entrelazaban misteriosamente en un continuo sin fin” medita, casi al final de la novela (pág. 149), la narradora de Sabor a chocolate (pág 149). Una frase que, en su concisión, resume la novela en lo esencial. Pues Eleanor Trap, para explicarse la vida -la suya y la de su familia- , ejecuta una retropectiva de un siglo buscando respuestas en el árbol genealógico y en el tiempo en el que se sustenta. El resultado: el amargor frente a tanto esfuerzo por vivir y sobrevivir. Esfuerzo, eso sí, colmatado por intensas historias de amor, entreveradas de música y repletas de aventura y deseos que sólo el Poder trunca de forma definitiva: Giuliani, el heredero de la saga e historia familiar, muere el 21 de julio de 2001, en Génova, a manos de la policia, al formar parte de los movimientos antiglobalización que protestaban ante la cumbre de los ocho países más industrializados del mundo.
La novelita, portentosamente edificada en cien breves secuencias –algunas tan breves que sólo alcanzan seis apretadas líneas- está basada en hechos reales, según apostilla el autor. Y sabor a historia, a verdad vivida, a pasión, a aventura, a emoción humana, a esfuerzo y lucha por la existencia se degusta en cada frase leída. Si su concisión sorprende, también lo hace su permanente sugerencia. Durante la lectura, está presente el siglo XX y el comienzo del presente. Con un laconismo que, además de atraer con su impacto, empuja al desarrollo explicativo del mismo, permitiendo la visibildad de los espacios y el tiempo en un sinfín de aspectos. Desde el puzzle de la macrohistoria, con impensados aditamentos, hasta la célula familiar, incluso parcelada individualmente. Y todo ello con simples brochazos de acotación temporal o espacial que unen Historia e individuo, envueltos en la tribulación y la rabia. En suma que, sobre historias mínimas, quintaeseciadas, de personajes que tienen un rol casi de secundarios, se edifica una historia de valor universal.
Al lado de este rumor de fondo, se expone la historia secular de una familia. Una historia sustentada en el amor (Alma Trapolyi y Adrián Troadec), además de en la música y el ajedrez. Al principio, ese amor se muestra imposible, sin embargo, tras varias vicisitudes, logra imponerse. Tampoco hay que olvidar la importancia de fogonazos del paisaje suizo o, por ejemplo, de luminarias americanas como telón vital para esta historia de un amargor dulce como el chocolate, también protagonista. Un descubrimiento y un escritor.
-José Carlos Carmona. Sabor a chocolate. Madrid, Punto de Lectura. 156 págs.
por Ramón Acín
“Las vidas, el amor y la música se entrelazaban misteriosamente en un continuo sin fin” medita, casi al final de la novela (pág. 149), la narradora de Sabor a chocolate (pág 149). Una frase que, en su concisión, resume la novela en lo esencial. Pues Eleanor Trap, para explicarse la vida -la suya y la de su familia- , ejecuta una retropectiva de un siglo buscando respuestas en el árbol genealógico y en el tiempo en el que se sustenta. El resultado: el amargor frente a tanto esfuerzo por vivir y sobrevivir. Esfuerzo, eso sí, colmatado por intensas historias de amor, entreveradas de música y repletas de aventura y deseos que sólo el Poder trunca de forma definitiva: Giuliani, el heredero de la saga e historia familiar, muere el 21 de julio de 2001, en Génova, a manos de la policia, al formar parte de los movimientos antiglobalización que protestaban ante la cumbre de los ocho países más industrializados del mundo.
La novelita, portentosamente edificada en cien breves secuencias –algunas tan breves que sólo alcanzan seis apretadas líneas- está basada en hechos reales, según apostilla el autor. Y sabor a historia, a verdad vivida, a pasión, a aventura, a emoción humana, a esfuerzo y lucha por la existencia se degusta en cada frase leída. Si su concisión sorprende, también lo hace su permanente sugerencia. Durante la lectura, está presente el siglo XX y el comienzo del presente. Con un laconismo que, además de atraer con su impacto, empuja al desarrollo explicativo del mismo, permitiendo la visibildad de los espacios y el tiempo en un sinfín de aspectos. Desde el puzzle de la macrohistoria, con impensados aditamentos, hasta la célula familiar, incluso parcelada individualmente. Y todo ello con simples brochazos de acotación temporal o espacial que unen Historia e individuo, envueltos en la tribulación y la rabia. En suma que, sobre historias mínimas, quintaeseciadas, de personajes que tienen un rol casi de secundarios, se edifica una historia de valor universal.
Al lado de este rumor de fondo, se expone la historia secular de una familia. Una historia sustentada en el amor (Alma Trapolyi y Adrián Troadec), además de en la música y el ajedrez. Al principio, ese amor se muestra imposible, sin embargo, tras varias vicisitudes, logra imponerse. Tampoco hay que olvidar la importancia de fogonazos del paisaje suizo o, por ejemplo, de luminarias americanas como telón vital para esta historia de un amargor dulce como el chocolate, también protagonista. Un descubrimiento y un escritor.
-José Carlos Carmona. Sabor a chocolate. Madrid, Punto de Lectura. 156 págs.
(Publicado en "Artes y Letras". Heraldo de Aragón, 18-mARZO, 2010)
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