Foto:
Feria del libro,
Zaragoza, 2009.
Juan Bolea,
Luis García Montero
Ramón Acín.
Filtrar y sedimentar la vida
por Ramón Acín.
“La vida no se cuenta, está en unos versos, en una novela, en un libro. Es una filtración…La vida no es un contenido, sino la historia de una humedad” apunta o, mejor dicho, asegura Luis García Montero en Mañana no será lo que Dios quiera (pág. 152). Y mucha filtración, mucha humedad y mucho sedimento hay en esta biografía novelada o en este libro insólito –por su no fácil adscripción genérica –que tanto atrae y atrapa ante la experiencia amasada que en él se nos relata, por el permanente rumor que sobrevuela en sus páginas, por la vida que desde él fluye o por la Historia y la memoria que atesora.
El libro cuenta con un protagonista de excepción: el poeta asturiano-universal Ángel González, que así –gracias a García Montero- consigue no arder en esa severa ley del presente que, al tender al pasado, camina siempre hacia el olvido y la desaparición. Y lo consigue adhiriéndose a nuestros ojos mientras devoramos las páginas del libro que, como homenaje incluso, García Montero ha edificado. Sin duda, el cuantioso correr de nombres, personas, paisajes, acontecimientos, papeles, afanes, sentimientos, emociones, despedidas, cambios, tragedias… que pueblan, significativos y vitales, las páginas de Mañana no será lo que Dios quiera, evitan, como mínimo, ese fuego del olvido. Hay, pues, mucha memoria, mucha vida y mucha Historia. Pero, junto a éstas, el poeta, el amigo del biografiado y el profesor de literatura que es García Montero, lo ha sabido salpimentar de poesía, ha hecho hueco a una intertextualidad que reúne lo creativo junto a lo vital y que acomoda lo oral al compás de la recreación, sin olvidarse tampoco de que, junto a tan interesantes presencias de la memoria –que atesoran lo vivido-, puede caber, por ejemplo, una teorización literaria. Eso sí, apenas entrevista. Todo lo dicho y mucho más servido con la pericia y la sabiduría de “narrador” Luis García Montero. O del poeta. O del Historiador. O del biógrafo. O del profesor... O de todo a la vez.
García Montero, con los datos en la mano –una carpeta azul con documentos y una caja verde con fotografías de la familia González- y con la voz de su amigo, cuarteada en múltiples conversaciones, va más allá de las reacciones, sentimientos y emociones de Ángel González, poeta y hombre, y de su mundo –realidad y ficción en los hechos y de lo posible-, atrayéndonos, primero, y atrapándonos, después, en el fluir continuo de vasos comunicantes que sobrepasa con creces la relación entre el biografiado y el biógrafo. Pues, al ritmo del tiempo narrado por Ángel González y filmado después con palabras por García Montero ante los ojos del lector, se atiende a la vida en toda su extensión. Y, como consecuencia, todo o casi todo puede tener cabida en el texto. Lo máximo en lo mínimo, ése es el gran hallazgo. Y todo desde el apunte, desde el atisbo, desde la anécdota -cruel o no-, traducidos siempre en detalle generador.
El resultado: el río de Mañana no será lo que Dios quiera que, caudaloso en contenidos, fluye fértil. La biografía que, en el origen, acomoda el cauce, con el quicio vital de Ángel González, el poeta poseedor de la palabra, atrae a su lectura. Ángel González, siempre en el filo de casi todo –vida, creación, por ejemplo- y lejos de la calma y de la rutina que atolondran, sobre la línea roja de lo imposible, muestra la supervivencia y la vivencia de una época concreta, al tiempo que deja traslucir su pasión y aprendizaje literarios y, rastreando a fondo en su memoria, evoca la vida -por la pluma interpuesta de Luis García Montero- mediante historias de familia y aventuras personales que agitan la bandera de la infancia y la adolescencia con un poso de íntima oralidad.
Recuerden, leer es “algo más que conseguir que alguien interprete letras, palabras y frases”. Leer, en palabras de González/García Montero es conseguir esa “ligazón especial que une los ojos a las páginas de un libro, y el corazón a los ojos, y las ideas al corazón” (pág. 126). Sin duda, estamos ante un expresivo y conseguido ejemplo, por su permanente diálogo con todo aquel lector que se precie en la búsqueda de un retrato colectivo, del documento lírico…, o de la biografía que es Mañana no será lo que Dios quiera. Hágase con espíritu abierto. No importa si empujado por una necesidad de memoria o por la avidez literaria.
(ARTES Y LETRAS. Heraldo de Aragón)
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