miércoles, 9 de septiembre de 2009

EL ARTE DE LA DISTORSION


Juan Gabriel Vásquez estuvo en Zaragoza
apoyando el programa de "Invitación a la lectura". Fue en el curso 2007/2008, cuando se buscó apoyar la multiculturalidad mediante el ejercicio de la lectura, digamos, "literaria".
Se pensó en la fusión de lectores, procedentes de diversas partes del mundo, mediante el encuentro común de una obra literaria. Escritores de Rumanía, Bulgaría, Colombia, España, Marruecos , Argentina y Chile posibilitaron el milagro de leer, compartir y debatir con la literatura como elemento de unión.

La reciente publicación de El arte de la distorsión (Alfaguara) de Juan Gabriel Vásquez, uno de aquellos autores comprometidos en la experiencia, ha propiciado el recuerdo y el comentario.

No sé si la literatura -o "la escritura imaginativa", como escribe el colombiano Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973)- está desplazada, hoy, a la periferia de las preocupaciones de la gente, en general. Pudiera ser. Quizá ni importe tanto como creemos. Lo que sí sé es que su El arte de la distorsión -un libro de ensayo, compuesto de varios artículos que se cimentan en la pasión y el misterio creativos- atrapa por su inteligencia y por la ingeniería del lenguaje utilizado, a la vez cálido y certero.

En su mayoría, los libros construidos a base de pedazos -artículos ya publicados- suelen pecar, como mínimo, de un argamasa endeble, además de poseer una tendencia a despeñarse, dado que, en su seno, llevan la dispersión, cuando menos, temática. Una colección de textos así, dando entidad a un libro único contiene sinsabores para el lector -para el verdadero lector, el "minoritario", tan distinto del ocasional y betsellerista-. No es el caso. En El arte de la distorsión de Vásquez, late la liteatura, se degusta la pasión y quien esté atento puede mecerse entre la tempestad de ideas sugeridas o explícitas.

La inteligencia, la sugerencia y el detalle literario abundan tanto si se transita por el mundo cervantino -la grata sorpresa del buceo en las Novelas ejemplares, sacando punto al Coloquio entre el alférez y el licenciado-, como se viaja de la mano de Conrad a El corazón de las tinieblas y a las múltiples ramificaciones, tan inesperadas como certeras, o si se indaga en el "boom" sudamericano -en los 60/70 del pasado siglo, con Márquez como ejemplo y Ribeiro como ausente. Qué bueno, éste último-. No olvidar tampoco, el más alejado de los textos -sabroso, enjundioso-: Hiroshima y la mentira atómica, ni, por ejemplo, el que da título al conjunto: El arte de la distorsión. El libro, todo él, no tiene desperdicio.

Lo dicho: un festín lleno de certezas. Las necesarias para responder a la búsqueda humana que, en el fondo, es toda lectura que se precie.

(Foto: Alfaguara editorial)

No hay comentarios:

Publicar un comentario