Ayer en la Feria del Libro de Zaragoza (en la que este año no he querido someterme al rito de la firma, porque me siento, siempre, como un "pim pam pum" de atracciones o como el necesitado que pide limosna. Y conste que entiendo que es un buen momento para dialogar con el lector -hay otros mucho más intensos como los clubs de lectura, por ejemplo- y llenar el ego), un amigo de lides, ante mi escéptica postura me espetó:
"Tú, no sabes venderte. Eso es estar fuera de la galaxia".
La verdad que tardé en reaccionar, porque, tal vez, tuviera razón y yo estuviera equivocado. Pero, tras un breve tiempo de zozobra, mantuve mi postura. Me niego a que mi persona sea un producto más. A ser una prolongación meramente comercial de mis libros. Soy de los que se lo pasan bien escribiendo –yo, de verdad, no sufro cuando escribo. En la vida hay que disfrutar lo más posible. Bastantes palos nos da la vida como para añadir uno más por propia iniciativa-. Si no disfrutase escribiendo, dejaría la pluma. Y soy de los que, aunque no lo parezca -llevo años en promoción y agitación literarias, al menos, con la obra de mis compañeros, mediante programas de lectura, con la crítica, etc.-, piensan que el libro, una vez publicado, ya no pertenece del todo al autor. Es decir, que el emisor debe emitir el mensaje y poco más. Y, por tanto, no creo mucho en esa patraña, tópicamente interesada, de "un libro es como un hijo y se debe acompañar siempre".
El amigo de lides narrativas lleva tardes y esfuerzos este año de Feria y, con anterioridad, otros muchos si la memoria no me falla. Ya saben que la memoria también es interesada. Y él, con los libros-hijo que tiene en el mercado, con su "venderse", no ha llegado nunca a reeditar ninguno de sus títulos. Yo, le hice ver que no siempre es así; que “venderse” puede ayudar al consumo de los libros, pero que mi postura no es ésa y que, sin embargo, mi ensayo "Narrativa y consumo literario" fue reeditado; que mi novela juvenil "Terror en La Cartuja" ha sido reimpreso y supera los 10.000 ejemplares; que "Secretos del tiempo escondido. Cuentos para ser contados" ha entrado en su segunda edición; que mi novela "Siempre quedará París" camina por la tercera edición; que mi novela "Cinco mujeres en la vida de un hombre" está agotada, que...
De pronto, tal vez sin argumentos, ha empezado a hablar de que la suerte es a veces esquiva, de que si yo he estado en la atalaya de la prensa -él también hace sus pinitos-, de que...Al final, para evitar el diálogo de besugos -a la edad que ambos tenemos de nada sirve el intento de hablar para acercar posturas. Sobre todo, cuando uno se aferra a sus intestinos- y antes de llegar a mayores, sin que a mí me entusiasme el fútbol –una cosa es jugar y apreciarlo y otra ser forofo- me he agarrado al juego y ascenso del Real Zaragoza a propósito del reciente nombramiento de mi amigo Miguel Pardeza en el Real Madrid. Un futbolista que lee y escribe, por cierto. Y donde pudo haber gresca, comenzó el barullo. Ay Dios, fútbol y literatura. Y, luego, después de “primeras” y “segundas”, de viejos tiempos de glorias con Nayines y Pardezas, fuíme.
Así acabó mi viernes de Feria, sin saber venderme como mi amigo de lides literarias, pero satisfecho de no ser un producto. Me importa un pito pasar por tonto.
sábado, 6 de junio de 2009
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