A VUELTAS CON EL PASADO *
Fidel, el protagonista de La Sima, la última novela de José Mª Merino, es un estudioso a medio camino entre la Historia y el valor histórico de la Literatura, entre el enigma y el afán por su resolución, entre el pasado cargado de incógnitas y el presente necesitado de resolverlas. En suma, alguien que camina por el filo del dilema que, para mayor abundancia, hace equilibrios en la débil línea roja que separa la cordura de la locura (hay un suicidio latente e, incluso, la novela se asienta técnicamente en un aparente descargo de conciencia y de justificación).
Fidel, con un pasado familiar complicado –no olvidar tampoco el latido metafórico de ese pasado-, entre orfandades y una violencia silenciosa que puede llegar hasta las puertas de la muerte, busca en el que fue su paraíso-infierno infantil y adolescente la solución al enigma en el que está atrapado. Un enigma lleno de otros enigmas secundarios que no sólo le hieren como persona, sino que le azuzan como profesional. Fidel es un investigador que, a vueltas con el pasado, pretende encontrar la raíz de la posible esquizofrenia española que hace tender, casi de continuo, hacia la violencia de clan, hacia el odio fratricida, típico de los españoles si atendemos a la imagen de nuestra Historia. Pese a que las menciones del profesor Verástegui, desde una lejanía profesoral, ponen sobre aviso, Fidel avanza, en lucha mental con el pasado de España, sobre las coincidencias, casi genéticas, que parecen existir, desde hace más de quinientos años, en el comportamiento de los españoles. Y medita sobre el odio al hermano –idea cainita de Machado-, la inquina con el vecino o la violencia con el más próximo. Y la tesis resultante, para oprobrio y enfado del director de la investigación (el mentado Verástegui) es que, desde el nacimiento de España con Isabel la Católica –despojó a la Beltraneja, con las armas, de sus derechos como reina- los datos históricos encadenan una realidad visible: terror inquisidor, los criminales choques entre almagristas y pizarristas en el Perú de la Conquista, de las luchas de secesión… hasta llegar al XIX –tres guerras carlistas, tres- y el XX de la guerra civil del 36. Fidel va enlazando los distintos nudos gordianos que explican una plaga que bien podría motejarse de bíblica.
La Sima es, físicamente, el lugar geográfico de una zona de León donde el antepasado de Fidel –el abuelo amado/odiado- “ocultó” el rastro de su crimen-cruzada. Pero, La sima es también una metáfora del mundo mental que refleja los problemas propios de Fidel, extrapolable a cualquier español, con verdadera conciencia democrática ante el traído y llevado tema de la “memoria histórica”. Y, además, es también la metáfora misma de la memoria que descansa en una realidad violenta. Es decir, estos son, al menos para el lector atento, tres de niveles de lectura visibles entre los varios que discurren en novela de Merino. Una novela que, al hilo de su calidoscópico –en problemas- protagonista, permite la reflexión, la profundización en la memoria, la mirada al futuro, la confrontación de tiempos y documentos… para comprender y comprenderse. Y, en este haz de posibles, es significativo que la narración se lleve a cabo entre el día de “los Santos Inocentes” y el día de Reyes”: ¿tal vez metáfora del fin de un tiempo y el comienzo de otro?
“España es un gran país estropeado por sus moradores” escribió Azaña en La velada de Benicarló – cita que Merino trae a colación-. Sin duda, esta novela, valiente y serena, pretende ahondar en los yerros de nuestra Historia, para cerrar bien las heridas y para evitar la prolongación de la permanente tendencia de los españoles a “estropear” su país. Por eso, es un acierto fundir tiempos, hundirse en el pasado que puede explicar el presente, confrontar datos de la Historia… y hacerlo, además, al ritmo de la microhistoria del propio Fidel, un protagonista poliédrico que bucea en su infancia y adolescencia desde la madurez usando la sensatez de la investigación y de la escritura. Hay más aciertos: la presencia del paisaje y los agentes atmosféricos –asfixiantes, distorsionadores, etc.-; la acumulación de finales posibles, encadenados, que, uno tras otro, desmienten al que precede. Tal vez, la misma versión de la Historia sea así: interesada, dependiendo de quien la lleva a cabo, de la facción vencedora por ese gen cainita o de cabila tan peculiar del español, del interés del momento. La sima acaba siendo, si no una búsqueda de la verdad, sí la mejor aproximación a ella; una explicación cavilosa desde el hoy.
-José María Merino. La sima. Barcelona, Seix Barral, 424 páginas.
(* Ramón Acín en Artes y Letras -Heraldo de Aragón-.
Foto: Lectura del discurso de entrada en la Real Academia Española. EFE)
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